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((**Es2.29**) -Pero ísi no hay más que pan!, exclamó. Y ísin embargo, las curaciones son evidentes! Fue a visitar a otro farmacéutico, amigo suyo, y entre los dos analizaron las píldoras, las ((**It2.24**)) examinaron cuidadosamente y tuvieron que concluir: -íEsto es pan! íNo cabe la menor duda! La noticia corrió por todo el pueblo. El mismo señor Turco fue a Turín a visitar a don Bosco y darle gracias. Le contó los rumores sobre las píldoras de pan y rogó le manifestará el secreto de la medicina. Don Bosco le preguntó: -Rezó usted con fe las tres salves? -íCómo no! íPuede usted imaginarlo!, le respondió. -Pues esto le baste, -concluyó don Bosco-. Desde entonces, al ver descubierta su artimaña, abandonó aquel método de curación y recurrió como sacerdote, únicamente a la eficacia de las bendiciones. Nos asegura monseñor Juan Bertagna que, siendo él jovencito, observó desde los primeros años de sacerdocio de don Bosco, una gran solicitud por parte de muchos habitantes de Castelnuovo para ir a llamarlo, con la esperanza de que su bendición devolvería la salud a muchos enfermos. Su esperanza estaba bien fundada, porque su confianza en la fuerza de las oraciones y en la eficacia de la bendición sacerdotal, apoyada en las promesas hechas por Nuestro Señor Jesucristo en el Santo Evangelio, no tenía límites. Por eso, desde entonces, como quien tiene autoridad para ello, convencido de que Dios no le abandonaría, empezó a impartir bendiciones y siguió haciéndolo hasta el fin de sus días. Y se cuentan por millares las gracias que los fieles aseguraban haber obtenido del Señor por intercesión de la Santísima Virgen, mediante la bendición y las oraciones de don Bosco. Es una cadena sorprendente de maravillas la que se fue entrelazando continuamente en las empresas de don Bosco, animándolas, sosteniéndolas, multiplicándolas incesantemente, hasta el punto de hacerse universal la persuasión de que la vida de don Bosco no era más que un continuo bendecir, y que cualquier empresa en la que él pusiera su mano, lograría el éxito apetecido. ((**It2.25**)) No debe extrañar nada todo esto, si se considera que don Bosco era un hombre de fe grandísima. Prestaba pleno asentimiento de mente y voluntad a todas las verdades reveladas por Dios. Su profundo asentimiento espontáneo, sin sombra de la menor duda, jamás fue desmentido a lo largo de su vida por ningún acto o palabra suya. Manifestaba con frecuencia su alegría por haber sido hecho cristiano(**Es2.29**))
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