Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es2.288**) las voces, las conversaciones, los cantos, los gritos y la algazara. Le parecía a la gente que iban a tomar por asalto la colina. Hacía de guía Francisco Picca, estudiante del tercer curso de gimnasia en la escuela de Porta Nuova, el cual ya había ayudado a don Bosco en san Francisco de Asís y en el Refugio para asistir a los niños y seguía prestando esa obra de caridad con permiso de su profesor don Bertolio. El teólogo Borel se les había adelantado, más temprano, para dar allí los avisos oportunos y prepararlo todo para los expedicionarios que se preveía llegarían a la cumbre de la colina con un voraz apetito. Al llegar a Sassi, al pie de la colina, se encontraron con un pacífico caballo enjaezado, que el buen sacerdote párroco de Superga, don José Anselmotti, enviaba para el capitán de la expedición. Al mismo tiempo entregaban a don Bosco una esquelita del teólogo Borel en la que le decía: <>. Montó don Bosco a caballo, hizo que todos le rodeasen, les leyó la esquela y fueron tan fuertes los aplausos y los gritos de alegría que espantaron a caballo y caballero. Después de este desahogo de júbilo, rompieron filas y emprendieron la subida, haciendo guardia de honor a su general en jefe. Durante la marcha, ((**It2.380**)) unos tomaban al caballo por las riendas, otros por las orejas, algunos por la cola, quien lo acariciaba, quien lo estimulaba. El manso cuadrúpedo lo soportaba todo con tal calma que dejaba en mal lugar al más manso borriquillo. Entre risas, bromas, cantos y gritos, la comitiva remontó la escarpada colina y llegó al Santuario. Como estaban sudados, don Bosco les hizo descansar en el patio de la casa adjunta para resguardarlos del aire. Después les hizo sentarse a la mesa preparada. El teólogo Guillermo Audisio, presidente de la Academia Eclesiástica 1 había regalado la menestra y la carne, y el párroco el vino y la fruta, prueba inequívoca del aprecio que, ya entonces, tenían por don Bosco y su obra. Los muchachos dieron gracias a Dios y a sus buenos bienhechores. Resonaron vivas al Presidente y al Párroco y los músicos hicieron oír sus instrumentos. Los beneméritos señores agradecieron sus buena voluntad, aunque no pudieron dejar de reír su extraña música parecida a la que tocaban los titiriteros en la Plaza Castello de Turín para hacer bailar a los monos. La cosa resultó estupenda. 1 Academia Eclesiástica. Era una especie de <> compuesto por un conjunto de estudiosos. (N. del T.) , (**Es2.288**))
<Anterior: 2. 287><Siguiente: 2. 289>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com