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-Hace unas horas que me sentía tentado de ir a
robar.
-No has pedido limosna a nadie?
-Sí que la he pedido; pero, al verme tan joven,
todos me reñían diciendo: <>. Y no
me daban nada.
((**It2.378**))-Si
hubieras ido a robar, te hubieran metido en la
cárcel.
-Por eso precisamente me he quedado con las manos
en los bolsillos; pero el Señor ha tenido
compasión de mí y, en vez de dejarme tomar el
camino de la deshonra, me trajo hasta usted por
otro sendero.
-Qué pensabas cuando estabas allí mirándonos?
-Decía para mis adentros: íQué suerte la de
esos muchachos! Están contentos y alegres, saltan,
corren y cantan... Les tenía envidia. Hubiera
querido juntarme con ellos, pero no me atrevía.
-Quieres venir desde hoy a este prado todos los
días festivos?
-Si usted me deja, con mucho gusto.
-Ven, siempre serás bien recibido. Yo me las
arreglaré para que puedas cenar y dormir esta
noche. Mañana te llevaré a un buen patrono y
tendrás albergue, pan y trabajo.
No hace falta decir que aquel joven asistió
asiduamente al Oratorio hasta el año 1852, cuando
fue al servicio militar. Quedó para siempre unido
con don Bosco, cuya benevolencia y paternal
solicitud le había sacado del peligro de una mala
vida.
Cuenta don Juan Bonetti que un domingo llevó
don Bosco a sus muchachos de paseo hasta la
Basílica de Superga. 1 Me parece que satisfaré a
muchos describiendo aquella excursión, tal y como
me la contó a mí uno que tomó parte en ella.
Se reunieron de buena mañana en el prado.
Oyeron la santa misa en la Consolata y hacia las
nueve, puestos en fila de dos en dos, como un
regimiento de soldados, se encaminaron hacia
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Superga. Llevaban consigo la música instrumental
que se componía de un viejo tambor, una trompeta,
un violín y una guitarra mal afinada. Poca cosa
era, en verdad; pero, como hacía ruido, a ellos
les bastaba. Algunos de la comitiva llevaban
cestas de pan, otros de queso, salchichón, higos
secos, castañas, manzanas y diversos objetos
necesarios para la ocasión. Mientras atravesaron
la ciudad, todos observaban un moderado silencio;
pero, en cuanto llegaron al Po, comenzaron
1 Basílica de Superga. Sobre la colina de
Superga, que domina la ciudad de Turín, se levanta
la hermosa Basílica de Superga, que guarda las
tumbas de los reyes de Cerdeña y Piamonte. Está,
entre ellas, la de Amadeo I, rey de España.
(1870-1873). (N. del T.)
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