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y hasta lo aprobaban. Pero les molestaba su
griterío, su entrar y salir, y el ruido más o
menos relativo de cuando iban a las escuelas
nocturnas. Así que se quejaron al dueño,
declarando que todos ellos se irían, si no cesaban
aquellas reuniones. En vista de lo cual, el buen
sacerdote Moretta tuvo que avisar a don Bosco que
se buscara otro sitio, para lo cual le daba un
plazo de rápido desalojo.
Sin embargo mostró a don Bosco el disgusto que
le proporcionaba tener que tomar esta
determinación y le trató con toda suerte de
delicadezas. Después del triste caso del Capellán,
la criada y el secretario, todos los que estaban
enterados, tenían muchos miramientos con él y su
Oratorio. Sucedía esto el día dos de marzo, y don
Bosco le pagaba el saldo del alquiler de todo
aquel mes, que eran quince liras.
Ya don Bosco había previsto el desahucio. Y
como le daba mucha pena no poder reunir a los
muchachos que acudían a él, se había entendido con
unos hermanos llamados Filippi, que le alquilaban
un prado en Valdocco, cerca de la casa Moretta,
hacia levante. Y a ese prado, cercado de un seto,
que hasta los perros podían atravesar y por el
cual ((**It2.374**)) metían,
de vez en cuando, los hocicos, uniendo sus
ladridos al griterío de los muchachos, se trasladó
el Oratorio. Había en el centro una caseta de
tablas y barro apuntalada al norte por una viga
horizontal, a causa de la pendiente del terreno:
en ella se guardaban los juegos. En aquel prado se
estaban don Bosco y sus muchachos sin el menor
resguardo, cara al viento, la lluvia y el sol.
Pero <> 1.
No le faltaban alicientes a aquel lugar. El
rústico seto que lo cercaba se vestía de hojas
verdes y flores. Y la alegría, los juegos y los
cantos de los jóvenes empezaron a llamar la
atención del público, de tal forma que llegaron a
juntarse cuatrocientos muchachos.
Así, a medida que los hombres obligaban a don
Bosco a rodar de un lugar a otro, Dios le iba
aumentando la familia y de daba ocasión de hacer
mayor bien.
Puede que alguien pregunte: pero, cómo podían
celebrar los actos religiosos en un prado?
Respondemos enseguida: se celebraban de una
manera romántica, o mejor, al estilo de los
Apóstoles y de los primeros cristianos.
Para confesar hacía así. A una hora a propósito
acudía don Bosco desde del Refugio al prado de sus
fatigas, adonde poquito a poco
1 Eclesiástico XXXIV, 16.
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