((**Es2.271**)
pues deseaban sinceramente la salvación de las
almas. Ellos razonaban así:
-El Oratorio de don Bosco aleja a los muchachos
de la parroquia; por tanto, nosotros tendremos la
iglesia vacía, especialmente a la hora de la
catequesis, y no podremos conocer a los niños, de
los cuales también deberemos rendir cuentas ante
el tribunal de Dios. Por consiguiente, don Bosco
debe dejar de recogerlos y enviarlos a nuestras
iglesias.
Total, que resolvieron pedir explicaciones al
mismo don Bosco. En efecto, un día se le
presentaron dos respetables párrocos y le hablaron
en aquel sentido.
-Los muchachos que yo recojo, respondió don
Bosco, no impiden de ningún modo, la asistencia a
las parroquias.
-Por qué?
-Porque casi todos son forasteros y carecen de
la vigilancia de sus padres, que están lejos; han
venido a Turín en busca de trabajo. La mayor parte
de los que asisten al Oratorio son saboyanos,
suizos, del valle de Aosta, de Biella, de Novara,
de Lombardía.
-Y no podria enviarlos a la parroquia del
distrito donde viven?
-No saben cuál es.
-Y por qué no enseñársela?
-Porque es materialmente imposible. La
diversidad de lenguaje, la inseguridad de
domicilio, ya que cambian fácilmente de amo, el
ejemplo de los compañeros, generalmente poco
amigos de ir a la iglesia, constituyen un
impedimento insalvable para que estos jóvenes
conozcan y asistan a las parroquias. Es más:
muchos de ellos son ya muy mayores, ((**It2.357**)) tienen
quince, dieciocho, veinte años y no saben nada de
religión. Quién podria juntarlos en clase con
chiquillos de ocho o diez años, mucho más
intruídos que ellos?
-Y no podría llevarlos usted mismo a la
parroquia y hacer la catequesis en la iglesia
parroquial?
-A lo sumo podría ir a una, pero no a todas,
porque yo no me puedo multiplicar. Nuestros
muchachos proceden de los cuatro puntos cardinales
de la ciudad. Esto se podria hacer, si cada
párroco se tomase el cuidado de venir o mandar a
recoger a estos jóvenes en los días festivos y
acompañarlos a sus respectivas iglesias. Pero esto
es muy difícil en la práctica. Muchos de ellos
vienen al Oratorio atraídos por las diversiones,
los juegos, los paseos que solemos hacer. (Don
Bosco hubiera podido añadir: atraídos por la
amabilidad con que los trato). Y gracias a estos
medios asisten también al catecismo y a otras
prácticas de piedad. Sin esto, probablemente no
irían
(**Es2.271**))
<Anterior: 2. 270><Siguiente: 2. 272>