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((**Es2.267**) que le tenían, cada vez le apreciaban más y estrechaban su amistad con él. También entre el clero los había que veían en don Bosco algo extraordinario y grande, que no sabían explicarse, en su gran actividad y en el arte con que se ganaba las voluntades y dominaba las multitudes. Y exclamaban: -íAy de nosotros! íAy de la Iglesia, si don Bosco no es un sacerdote según el corazón de Dios!... Lo será? Y se oponían a sus planes, ya que no podían persuadirse de que seguía los impulsos de una misión de lo alto. Entretanto don Cafasso veía que don Bosco no era entendido, que desconfiaban de él hasta las autoridades y se industriaba, como mejor podía, para desvanecer las prevenciones, y le buscaba bienhechores y protectores. Su empeño en favorecer y ayudar a don Bosco le acarreó ((**It2.351**)) más de un reproche, y hasta hubo eclesiásticos de consideración que le creyeron equivocado en este punto. A ello alude Despiney en la introducción a su obra sobre don Bosco, al escribir: <>-Dejadle hacer... dejadle hacer... >>No había nadie en Turín que no reconociese en don Cafasso cierta penetración para el conocimiento de los espíritus: había dado pruebas de ello muchas veces en ocasiones delicadísimas; pero pretendían que, en lo referente a don Bosco, su sentido sobrehumano pudiera fallar en algo. Y volvía aquella gente a la carga con tanta constancia y tantas reflexiones que, por lo menos, indicaban tener una especial preocupación por los intereses divinos. >>Don Cafasso se mostraba siempre afable, bueno, cortés; pero siempre acababa con las mismas palabras que llegaron a hacerse célebres: íDejadle hacer!>> 1. 1 DESPINEY -Don Bosco, pag. 10. (**Es2.267**))
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