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((**Es2.260**) Por la tarde, los reunía de nuevo en la iglesia o en algún patio del lugar y, después de un poco de catecismo, un canto y una plática don Bosco los llevaba a pasear por las colinas próximas, o por un camino libre de tránsito, o a otro sitio donde pudieran divertirse sin peligro para ellos o para otros. Estos paseos ocasionaban gastos. El aire puro y el movimiento despertaba el apetito y, a veces, muchos se habían comido antes del desayuno todas sus provisiones. Sentían después hambre, y le tocaba a don Bosco proveerles de pan. ((**It2.341**)) Cuando empezaba a ocultarse el sol tras de los Alpes, se daba la señal y se volvía a la ciudad, donde entraba cada cual en su casa para contar cuanto había hecho y dicho el buen Director. Don Bosco solía entrar en alguna iglesia, antes de llegar al Refugio, con dos o tres muchachos de los mayores para adorar y recibir la bendición del Santísimo Sacramento. Y íDios estaba con él! Finalmente el día 22 de diciembre, cuarto domingo de Adviento, se dejó la iglesia de San Martín. Antes, y como despedida, don Bosco rezó con los jóvenes una oración al Santo Titular, y, al salir, exclamó alzando los ojos al cielo: -Domini est terra et plenitudo eius! (El Señor es dueño universal de toda la tierra). Después, dirigiéndose a los muchachos, les dijo con expresión de viva confianza: -íPaciencia! íLa Santísima Virgen nos ayudará! Vamos a buscar otro local. -Y dónde lo encontraremos?, dijeron los que estaban junto a él. -El que da nido a los pajaritos y refugio a las fieras en las cuevas de los bosques, no nos olvidará. El día de Navidad llegaron los muchachos en oleada a la estancia de don Bosco. Qué hacer? La habitación, de por sí estrecha, estaba abarrotada con los enseres para los juegos y los objetos de iglesia, trasladados de los Molinos y de la capilla provisional del Hospital. Don Bosco, rodeado de una multitud de niños prontos a seguirle a dondequiera fuese, no tenía, para entretenerlos, ni un palmo de terreno que pudiera llamar propiamente suyo. Se habían adelantado los fríos propios de la estación. Nadie, ni el mismo don Bosco podía imaginar donde encontrar una morada. Entretanto, fueron todos a una iglesia cercana para oír las tres misas; ((**It2.342**)) fue una fiesta muy distinta de la del año anterior, y este pensamiento dejaba en los corazones una insólita tristeza. Con todo, don Bosco, aunque realmente apenado, por miedo a que los muchachos se cansaran de asistir a las reuniones festivas, disimulaba su angustia y les animaba a ser perseverantes; y hasta los (**Es2.260**))
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