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Por la tarde, los reunía de nuevo en la iglesia
o en algún patio del lugar y, después de un poco
de catecismo, un canto y una plática don Bosco los
llevaba a pasear por las colinas próximas, o por
un camino libre de tránsito, o a otro sitio donde
pudieran divertirse sin peligro para ellos o para
otros. Estos paseos ocasionaban gastos. El aire
puro y el movimiento despertaba el apetito y, a
veces, muchos se habían comido antes del desayuno
todas sus provisiones. Sentían después hambre, y
le tocaba a don Bosco proveerles de pan.
((**It2.341**)) Cuando
empezaba a ocultarse el sol tras de los Alpes, se
daba la señal y se volvía a la ciudad, donde
entraba cada cual en su casa para contar cuanto
había hecho y dicho el buen Director. Don Bosco
solía entrar en alguna iglesia, antes de llegar al
Refugio, con dos o tres muchachos de los mayores
para adorar y recibir la bendición del Santísimo
Sacramento. Y íDios estaba con él!
Finalmente el día 22 de diciembre, cuarto
domingo de Adviento, se dejó la iglesia de San
Martín. Antes, y como despedida, don Bosco rezó
con los jóvenes una oración al Santo Titular, y,
al salir, exclamó alzando los ojos al cielo:
-Domini est terra et plenitudo eius! (El Señor es
dueño universal de toda la tierra). Después,
dirigiéndose a los muchachos, les dijo con
expresión de viva confianza:
-íPaciencia! íLa Santísima Virgen nos ayudará!
Vamos a buscar otro local.
-Y dónde lo encontraremos?, dijeron los que
estaban junto a él.
-El que da nido a los pajaritos y refugio a las
fieras en las cuevas de los bosques, no nos
olvidará.
El día de Navidad llegaron los muchachos en
oleada a la estancia de don Bosco. Qué hacer? La
habitación, de por sí estrecha, estaba abarrotada
con los enseres para los juegos y los objetos de
iglesia, trasladados de los Molinos y de la
capilla provisional del Hospital. Don Bosco,
rodeado de una multitud de niños prontos a
seguirle a dondequiera fuese, no tenía, para
entretenerlos, ni un palmo de terreno que pudiera
llamar propiamente suyo. Se habían adelantado los
fríos propios de la estación. Nadie, ni el mismo
don Bosco podía imaginar donde encontrar una
morada. Entretanto, fueron todos a una iglesia
cercana para oír las tres misas; ((**It2.342**)) fue una
fiesta muy distinta de la del año anterior, y este
pensamiento dejaba en los corazones una insólita
tristeza.
Con todo, don Bosco, aunque realmente apenado,
por miedo a que los muchachos se cansaran de
asistir a las reuniones festivas, disimulaba su
angustia y les animaba a ser perseverantes; y
hasta los
(**Es2.260**))
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