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En esas páginas deja don Bosco grabadas su fe y
su amor al Papado.
Tras definir qué es la Iglesia, describir la
jerarquía eclesiástica, presentar al lector la
figura de San Pedro ejerciendo el primer acto de
su suprema autoridad en el Concilio de Jerusalén,
acogiendo en la persona de Cornelio las primicias
de los gentiles y yendo a Roma, donde establece su
sede y muere mártir ((**It2.331**)) después
de haber realizado llamativos y numerosos
milagros, don Bosco sigue narrando lo que aquí
resumimos para poder apreciar la trama de su obra.
Suceden a Pedro en la Cátedra de Roma,
herederos de su autoridad y en ininterrumpida
cadena, doscientos cincuenta y cinco Papas,
reconocidos por los fieles como Vicarios de
Jesucristo y asistidos por el Espíritu Santo. Los
primeros treinta y tres Pontífices Romanos,
impasibles ante las persecuciones, testifican con
su sangre la divinidad de Jesucristo y su
doctrina, dan testimonio del primado de
jurisdicción de que están investidos sobre la
Iglesia Universal y publican leyes a las que
obedecen todos los verdaderos cristianos, leyes
que en su mayor parte están hoy todavía en vigor.
Traban combate contra el pecado, las herejías, los
cismas, la prepotencia de los césares. Y los
Romanos Pontífices convocan a centenares de
obispos de todas las regiones de la tierra,
presiden concilios generales en persona o a través
de sus legados, y sólo, tras la confirmación del
Papa, tienen valor las decisiones de los augustos
conciliares. - íHabló Roma; causa conclusa! -
proclamaba San Agustín. Seiscientos treinta
obispos, después de escuchar la carta del Papa San
León, en el Concilio de Calcedonia, condenando la
herejía de Eutiques, exclamaban a una voz: -Así lo
creemos todos. Pedro ha hablado por boca de León
Papa. íAnatema sea quien no lo crea! - En el II
Concilio de Lyon, convocado para la unión de las
iglesias Griega y Latina, presidido por el Papa
Gregorio X, protestaba unánimemente la asamblea,
compuesta por patriarcas latinos y griegos, más de
quinientos obispos, mil setenta entre abades y
otros insignes teólogos: que el Romano Pontífice
es el verdadero y legítimo sucesor de San Pedro y
que es imposible la salvación de quien se obstine
en no querer estar unido a él. Y el V Concilio
Lateranense condenaba el Conciliábulo de Pisa y
declaraba erróneo ((**It2.332**)) que un
Concilio ecuménico fuese superior al Romano
Pontífice.
El Papa era para don Bosco lo más querido y
digno del mundo. Era más celoso del honor del Papa
que del suyo propio. Y así, escribiendo sobre el
Papa San Marcelino, cuya constancia en la fe
frente a los perseguidores, fue reivindicada por
el sapientísimo
(**Es2.253**))
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