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(íay, qué fastidio, qué ruido!) haremos aquí una
fiestecita, bien comida y remojada y cantaremos la
misa con nuestros muchachos. Cómo anda don
Pacchiotti? Salió bien el catecismo? Yo sólo tengo
siete aquí, pero todos unos farinelli (vagos). La
próxima semana, si Dominus dederit (si Dios
quiere), estaré ahí. Exeunte hebdomada (a fines de
semana): (continuaré, no puedo más).
Castelnuovo, 11 de octubre.
JUAN BOSCO, Pbro.>>
Acudían, entre tanto, a visitar a don Bosco los
chicos de Morialdo, los antiguos amigos de
Castelnuovo y de las otras aldeas, atraídos todos
por su trato afectuoso y sus palabras impregnadas
en el deseo de su bien espiritual. Se entretenía
con él Juan Filippello, aquél que le acompañó
desde I Becchi a Chieri, cuando fue por primera
vez para asistir regularmente a la escuela. Pues
bien, un día le preguntó en confianza:
-Ya hace tiempo que alcanzaste la licencia para
confesar; tu empleo en el Refugio de Turín, a lo
que parece, no es cosa definitiva para tí: en qué
piensas ocupar la vida que el Señor te conceda?
Don Bosco le respondió:
-Yo no seré un sacerdote solitario o con unos
pocos compañeros; tendré conmigo muchos otros
sacerdotes, que me obedecerán y se dedicarán a
educar a la juventud.
Filippello no se atrevió a seguir preguntando,
pero concibió la idea y le quedó ((**It2.323**)) bien
grabada, de que don Bosco pensaba fundar una
sociedad o congregación religiosa, como años
después lo contaba el mismo Filippello a don
Segundo Marchisio.
Se iban pasando tranquilamente aquellos pocos
días de vacación de don Bosco. Gozábase del cariñó
de su madre y de su hermano, de las atenciones del
buen vicario don Cinzano y de las cartas que le
escribía el teólogo Borel. Pero su corazón estaba
siempre en Turín. Ansiaba volver con sus queridos
picaruelos y aliviar al buen Teólogo de la pesada
carga que le acarreaba la dirección del Oratorio y
tener que acompañar a los muchachos a una u otra
iglesia, tan sobrecargado como estaba de
ocupaciones, que no le dejaban un minuto de
descanso. Con todo, no pudo salir de Castelnuovo
el día que había calculado. En una segunda carta
explicaba al teólogo Borel el motivo de la
prórroga:
(**Es2.247**))
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