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en la iglesia. Don Bosco con su prestigio y con su
gracia, más única que rara, dirigió a la inmensa
turba de muchachos estas palabras:
-Mis queridos amigos: si las coles no se
transplantan no se hacen grandes y hermosas. Lo
mismo ocurre con nuestro Oratorio. Hasta ahora ha
ido pasando de lugar en lugar, y en cada sitio,
donde se plantó, alcanzó su crecimiento. El tiempo
pasado en el Refugio dio su fruto; allí, como en
San Francisco de Asís, disfrutasteis de los
servicios religiosos, tuvisteis atendida vuestra
alma y vuestro cuerpo, catecismo y pláticas,
diversiones y juegos. En el hospital se empezó un
verdadero Oratorio: teníamos nuestra iglesia, un
espacio tranquilo y a propósito; nos parecía que
habíamos encontrado morada para mucho tiempo y la
verdadera paz; pero la divina Providencia dispuso
que saliéramos de allí, para trasladarnos hasta
aquí. Estaremos mucho tiempo? No lo sabemos;
esperamos que sí, pero sea como fuere, tenemos fe
en nuestro Oratorio y, como en el caso de las
coles transplantadas, irá aumentando el número de
jóvenes que aman la virtud. Crecerá el interés por
el canto y la música y, con el tiempo, tendremos
clases, no solamente los días festivos y por la
noche, sino también durante el día y hasta
escuelas taller; y de ese modo celebraremos todos
juntos fiestas muy hermosas. No hay que apurarse.
No hay que dudar ni un instante del próspero
porvenir de nuestro Oratorio. Pongamos nuestros
afanes en las manos del Señor y El se cuidará de
nosotros. Ya nos bendice ahora, nos ayuda y nos
protege. También pensará en el lugar conveniente
para promover su mayor gloria y el bien de
nuestras almas. Pero, como las gracias del Señor
forman una ((**It2.307**)) especie
de cadena, de suerte que un anillo se une a otro
anillo, no rompamos nosotros esta cadena con el
pecado: aprovechemos las primeras gracias de Dios
y El nos concederá otras mayores. Corresponded por
vuestra parte al fin que se propone el Oratorio;
venid a él, instruíos, y así, con la ayuda divina,
progresaréis en la virtud, os haréis buenos
cristianos y honrados ciudadanos y llegaréis un
dia a la patria feliz, en donde la infinita
misericordia de Nuestro Señor Jesucristo dará a
cada uno el premio que se merece.
Después de las prácticas de piedad de aquella
tarde, algunos de los jóvenes representaron en el
patio un diálogo, escrito por don Bosco. Resonaban
las carcajadas de todos al oír las ocurrencias del
que hacía el papel cómico. El argumento se refería
a la nueva emigración, con todas sus
circunstancias: la prohibición de entrar en el
recinto interior de las edificaciones de los
Molinos, el no estorbar lo
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