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años ante las autoridades. El santo sacerdote
hacía que su querido amigo apareciera en toda
circunstancia y le atribuía la gloria de todo el
bien que se hacía en el Refugio, lo alababa cuanto
podía ante la gente, ocultando su persona, su
propia colaboración y sus trabajos, bajo la capa
de una sincera y admirable humildad. Así lo dejó
escrito el mismo don Bosco.
Como quiera que la Alcaldía estaba convencida
de la inconsistencia del escrito del difunto
capellán de San Pedro contra los muchachos de don
Bosco, acogió y atendió esta vez la petición.
Respondió así al teólogo Borel:
<((**It2.304**)) en el
segundo patio de los edificios de los Molinos y no
se impida la celebración de la misa en los días
festivos, tengo el gusto de participarlo a V.M.Il.
y Rvda. Señoría convencido de que procurará que no
se siga ningún inconveniente al otorgado permiso.
Tengo el honor de reiterarme con distinguida
consideración
De V.M.Il. y Rvda. S.
Atento y s.s.
El Jefe de Intervención
D. POLLON, (Cab.)>>
Apenas tuvo don Bosco en sus manos este
comunicado, fue a visitar la capilla designada.
Habló con sus guardianes, alquiló en el edificio
contiguo una habitación de la planta baja para su
uso particular comunicó al párroco de Borgo Dora
el permiso obtenido y, aquel mismo día, trazó su
programa con el teólogo Borel.
El domingo IX después de Pascua, 13 de julio,
los jóvenes se reunieron por última vez para oír
la santa misa en su capilla de San Francisco de
Sales y, al terminar, les dio don Bosco la
desagradable noticia de que era forzoso cambiar de
sitio. Fue un momento de
(**Es2.234**))
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