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>>Tomé con reverencia la cinta blanca de su
mano y vi que sobre ella estaba escrita una
palabra: obediencia. Ensayé enseguida lo que
((**It2.300**)) la
Señora me indicó y comencé a ceñir la cabeza de
algunos de mis colaboradores voluntarios con la
cinta y pronto vi un cambio grande y en verdad
sorprendente. Este cambio se hacía cada vez más
patente, según iba cumpliendo el consejo que se me
había dado, ya que aquellos dieron de lado el
deseo de irse a otra parte y se quedaron, al fin,
conmigo. Así se constituyó la Sociedad Salesiana.
>>Vi, además, muchas otras cosas que no es
ahora el caso de manifestároslas (parece que
aludía a grandes acontecimientos futuros).
Baste decir que, desde aquel tiempo, yo caminaba
siempre sobre seguro; lo mismo respecto a los
Oratorios, que respecto a la Congregación, y sobre
el modo de relacionarme con toda suerte de
autoridades. Las grandes dificultades que habrán
de sobrevenir, están todas previstas, y sé como
hay que superarlas. Veo clarísimamente, con todo
detalle, cuanto nos ha de suceder y marcho hacia
adelante a plena luz. Fue precisamente después de
haber visto iglesias, casas, patios, muchachos,
clérigos y sacerdotes que me ayudaban y la manera
de llevarlo todo adelante cuando empecé a hablar
de todas esas cosas y a contarlas como si fueran
realidad. Y por eso, muchos creían que yo
disparataba y me tenían por loco>>.
De aquí, pues, partía su inquebrantable fe en
el feliz éxito de su misión, su temeraria
seguridad para afrontar toda clase de obstáculos,
para lanzarse a empresas colosales, superiores a
toda fuerza humana y conducirlas a feliz término.
En cuanto al sitio que la Santísima Virgen
señaló a don Bosco como lugar del martirio de los
Santos Adventor y Octavio y de donde huyó San
Solutor, herido por un golpe de lanza, para morir
en Ivrea confesando a Jesucristo, he aquí una
explicación más extensa. Continuó don Bosco:
>>Yo no quise contar nunca a nadie este sueño y
mucho menos manifestar mi fundada opinión sobre el
lugar preciso del glorioso ((**It2.301**))
acontecimiento. Por eso, en 1865, indiqué al
canónigo Lorenzo Gastaldi que escribiera y
publicara una biografía de los tres Santos
Mártires Tebeos, y que estudiara, valiéndose de la
historia, la tradición y la topografía, en qué
parte de la ciudad, lo más aproximadamente
posible, había tenido lugar el martirio. El docto
canónigo aceptó; escribió y publicó los datos
históricos de los tres confesores de la fe y,
después de un detenido estudio, concluyó que se
ignoraba el lugar preciso del martirio; pero que
se sabia con certeza se habían escondido fuera de
la ciudad, junto al río Dora, y que fueron
(**Es2.231**))
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