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((**Es2.224**) una carta desabrida, pintando a los muchachos de don Bosco con los más negros colores, asegurando, entre otras cosas, que habían escrito epítetos injuriosos en las lápidas mortuorias, y calificando aquella reunión como un caso de intrusión e insubordinación. Doloroso es decirlo: fue la última carta que escribió el pobre capellán. Puso el lunes los sellos, llamó a la sirvienta y le dijo: -Haz que salga esta carta para el Ayuntamiento. Fueron sus últimas palabras. Pocas horas después, mientras salía el mensajero, don Tesio era víctima de un ataque apoplético, y moría el 28 de o, a las doce y media de la noche, a la edad de setenta y ocho años, confortado desde luego, con los santos sacramentos. Mientras tanto, la carta de don Tesio causó tal impresión en la Alcaldía que, inmediatamente se dictó orden de arresto contra don Bosco, si volvía por allí con sus muchachos. Pero, apenas se había cerrado una tumba en San Pedro, cuando se abría otra. La criada corrió la misma suerte que el amo dos días después; de modo que, antes de terminar la ((**It2.291**)) semana, aquellos dos enemigos del Oratorio habían desaparecido de la escena de este mundo. Es más fácil imaginar que describir el espanto que los dos accidentes infundieron en las gentes de aquel barrio. Resultaba imposible no ver en ello la mano de Dios. Los muchachos quedaron tan íntimamente persuadidos de ello que, en vez de separarse, empezaron a querer a don Bosco y al Oratorio mucho más que antes y a no querer abandonarlo nunca. Pensaba también lo mismo el teólogo Borel. Estaba él un día sentado a la mesa con don Bosco, don Bosio y don Pacchiotti, su ayudante. Leían en aquella ocasión la vida de San Felipe Neri; precisamente las páginas que narran cómo todos los perseguidores del santo apóstol en Roma, morían al poco tiempo. Hizo notar el teólogo cómo sucedía lo mismo con don Bosco y que, por consiguiente, había que ayudarle en todo momento, aún en las pruebas más graves, seguros de que así secundarían la obra de la Providencia. Al domingo siguiente, 31 de mayo, apareció sobre la puerta de aquella iglesia un Decreto Municipal prohibiendo toda reunión en el atrio y en el patio. Muchos jóvenes, que no habían recibido ningún aviso, acudieron a San Pedro. Al ver, con gran sorpresa, que todo estaba cerrado y que unos guardias, allí apostados, los echaban, corrieron asustados al Refugio, donde fueron recibidos alegremente por don Bosco y reanudaron las acostumbradas funciones de la mañana y de la tarde. Entretanto, pensando don Cafasso que, con la muerte de don Tesio, (**Es2.224**))
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