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estas indulgencias sean también aplicadas en
sufragio de los fieles difuntos y valederas in
perpétuum.
En fe de
cuanto etc.
Dado en Roma, desde la Secretaría de la Sagrada
Congregación de las Indulgencias, el día 28 de
mayo de 1845.
A. Arzobispo
PRIMIVALLI, Sustituto
Era la primera vez que don Bosco se dirigía con
estas dos súplicas a las Sagradas Congregaciones.
Preguntado por uno de sus alumnos por qué se había
determinado a hacer aquellas peticiones,
respondió:
-No eran sólo las indulgencias lo que me
interesaba; deseaba sobre todo empezar a ponerme
en relación directa con la Sede Romana; me
halagaba el pensamiento de que mi propio nombre
apareciera ante los ojos del sucesor de San Pedro,
heredero de sus divinos poderes, y quería
acercarme a él de la única manera que entonces
podía hacerlo.
Esta fe y este afecto, jamás se debilitaron en
su corazón, añadiríamos nosotros. Ya antes de la
definición de la infabilidad del Pontífice, él la
creía y la defendía firmemente. Veneraba todos sus
actos, disposiciones, enseñanzas, hasta cuando no
hablaba ((**It2.285**)) ex
cathedra; repetía frecuentemente que la palabra
del Papa se debía considerar siempre como un
mandato paterno y aconsejaba a sus jóvenes que la
obedecieran y no se fiaran nunca de quienes les
hablaran contra el Vicario de Jesucristo. Durante
cuarenta años de su vida, el Pontificado Romano,
en la persona de dos Papas, tuvo que pasar por
muchas pruebas y tribulaciones, que él se esforzó
siempre en aliviar, por cuanto pudo, aun a costa
de ganarse los vejámenes de los adversarios. Y se
sometió a graves humillaciones para secundar las
intenciones y deseos del Papa. Lo veremos en su
momento.
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