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((**Es2.206**) 1.° El martes de cada semana está consagrado por la Iglesia, de modo particular, al culto de los santos ángeles. A imitación de San Luis, devotísimo de su Angel Custodio, os aconsejo que ese día practiquéis alguna mortificación en su honor, por ejemplo, una abstinencia, una oración con los brazos en cruz, o besar el Crucifijo; y, si podéis, haced una limosna, según el consejo del arcángel Rafael a Tobías. ((**It2.265**)) 2.° El dia de vuestro nacimiento, el primero en que él ejerció su oficio de guardián, renovad las promesas que, en su presencia, hicisteis por medio de vuestros padrinos en el santo bautismo, esto es, querer amar e imitar a Jesucristo y observar su santa ley. Santificad ese día con una comunión fervorosa, con una oración algo más prolongada, u otro ejercicio de piedad más señalado, como muestra de reconocimiento por aquel primer amor con que el Angel tomó vuestra custodia. 3.° El primer día de cada mes. íDichosos vosotros, si imitando la piadosa costumbre de tantas almas cristianas, preocupadas por su salvación, procuráis meditar en las máximas eternas, reflexionando seriamente sobre el fin para que fuimos creados por Dios y sobre el estado de vuestra conciencia! Qué sería de vuestra alma si la muerte os sorprendiera en este momento? Acercaos a los Santos Sacramentos. Practicad el bien, mientras tenéis tiempo. Todo lo que llevamos expuesto hay que extenderlo a toda la vida de don Bosco. Pero ya entonces solía servirse de este poderoso medio para atraer a la virtud a los pilluelos de la calle de otro tiempo. Ellos seguían fielmente sus consejos y las enseñanzas de su buen director que se confirmaron con un hecho maravilloso. Un domingo estaban todos reunidos en la sacristía de San Francisco de Asís. Don Bosco les repartía una hojita con la oración al Angel de la Guarda, de quien les había dicho así: -Sed devotos de vuestro buen Angel. Si os encontráis en algún peligro grave para el alma o para el cuerpo, invocadlo: yo os aseguro que él os asistirá y os librará. Pues bien, sucedió que uno de los allí presentes trabajaba, pocos días después, como peón de albañil en la construcción de una casa. Iba y venía sobre el andamio para prestar sus servicios: de improviso, se rompen ((**It2.266**)) unos soportes, siente que los tablones sobre los que se encontraba con otros dos compañeros fallan bajo sus pies. Se da cuenta, al crujir del andamiaje, que no es posible ponerse a salvo. El andamio se desarma y entre tablones, piedras y ladrillos, cae desde el cuarto piso a la calle. Caer desde aquella altura y morir al golpe (**Es2.206**))
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