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1.° El martes de cada semana está consagrado
por la Iglesia, de modo particular, al culto de
los santos ángeles. A imitación de San Luis,
devotísimo de su Angel Custodio, os aconsejo que
ese día practiquéis alguna mortificación en su
honor, por ejemplo, una abstinencia, una oración
con los brazos en cruz, o besar el Crucifijo; y,
si podéis, haced una limosna, según el consejo del
arcángel Rafael a Tobías.
((**It2.265**)) 2.° El
dia de vuestro nacimiento, el primero en que él
ejerció su oficio de guardián, renovad las
promesas que, en su presencia, hicisteis por medio
de vuestros padrinos en el santo bautismo, esto
es, querer amar e imitar a Jesucristo y observar
su santa ley. Santificad ese día con una comunión
fervorosa, con una oración algo más prolongada, u
otro ejercicio de piedad más señalado, como
muestra de reconocimiento por aquel primer amor
con que el Angel tomó vuestra custodia.
3.° El primer día de cada mes. íDichosos
vosotros, si imitando la piadosa costumbre de
tantas almas cristianas, preocupadas por su
salvación, procuráis meditar en las máximas
eternas, reflexionando seriamente sobre el fin
para que fuimos creados por Dios y sobre el estado
de vuestra conciencia! Qué sería de vuestra alma
si la muerte os sorprendiera en este momento?
Acercaos a los Santos Sacramentos. Practicad el
bien, mientras tenéis tiempo.
Todo lo que llevamos expuesto hay que
extenderlo a toda la vida de don Bosco. Pero ya
entonces solía servirse de este poderoso medio
para atraer a la virtud a los pilluelos de la
calle de otro tiempo. Ellos seguían fielmente sus
consejos y las enseñanzas de su buen director que
se confirmaron con un hecho maravilloso. Un
domingo estaban todos reunidos en la sacristía de
San Francisco de Asís. Don Bosco les repartía una
hojita con la oración al Angel de la Guarda, de
quien les había dicho así:
-Sed devotos de vuestro buen Angel. Si os
encontráis en algún peligro grave para el alma o
para el cuerpo, invocadlo: yo os aseguro que él os
asistirá y os librará.
Pues bien, sucedió que uno de los allí
presentes trabajaba, pocos días después, como peón
de albañil en la construcción de una casa. Iba y
venía sobre el andamio para prestar sus servicios:
de improviso, se rompen ((**It2.266**)) unos
soportes, siente que los tablones sobre los que se
encontraba con otros dos compañeros fallan bajo
sus pies. Se da cuenta, al crujir del andamiaje,
que no es posible ponerse a salvo. El andamio se
desarma y entre tablones, piedras y ladrillos, cae
desde el cuarto piso a la calle. Caer desde
aquella altura y morir al golpe
(**Es2.206**))
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