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pronto llegó a tener en Turín otros bienhechores.
<>. 1 ((**It2.261**)) Pero
cuánto le costó a don Bosco este sacrificio, se
supo en el 1886. Había él recomendado a algunos de
los más antiguos del Oratorio que fueran en busca
de limosnas y escribiesen cartas amistosas a sus
conocidos y amigos, pidiéndoles que ayudasen a don
Bosco, el cual, por estar delicado, no podía
proveer a las necesidades de la casa. Como alguno
le respondiera que no se sentía con ánimo para
ello y que le faltaba la franqueza que
caracterizaba a don Bosco, éste le replicó:
-íAy, tú no sabes lo que me ha costado pedir
limosna!
Y, sin embargo, para gloria de Dios, para
remediar las necesidades de sus huérfanos,
persuadido, además, de que procuraba un beneficio
a los mismos ricos, invitándoles a dar limosna,
alejó de sí toda timidez inoportuna, todo respeto
humano: y el Señor bendijo su humildad e hizo que
encontrara inmensa simpatía y generosidad en el
pueblo cristiano.
Otra dificultad que debió superar, fue la de
tener que alternar con señoras bienhechoras; pero
alcanzó con ello otro gran bien. Cuando entraba en
una casa señorial, su delicada reserva, su trato
sencillo y desenvuelto, edificaban a todos. Jamás
fijaba sus ojos en el rostro de los demás. Las
buenas familias que lo conocían desde los primeros
años de su apostolado atestiguan hoy día: -í
Parecía que entraba un ángel en casa!
1 Proverbios XXII, 2.
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