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((**Es2.200**) el primero en procurar el bien del pueblo. De este modo había muchos jóvenes que, en los días festivos, después de las funciones religiosas, y en los días feriales por la noche, menos los sábados y vísperas de fiestas de precepto, llegaban a una hora determinada a las habitaciones de don Bosco y del teólogo Borel, y estos dos sacerdotes, siempre dispuestos a ayudarles, convertían su cuarto en escuela y les enseñaban a leer, escribir y calcular. Y se tomaban ese trabajo, no sólo para que fueran más hábiles en el aprendizaje de un arte y oficio, sino y sobre todo, para poderles proporcionar más fácilmente la enseñanza religiosa, mediante la lectura y estudio del catecismo. Habían constatado que algunos de los que no sabían leer, no lograban aprenderlo bien sólo con oírlo repetir al que lo enseñaba. Para muchos jóvenes fue este un beneficio señalado, ya que de otro modo, como debían trabajar todo el día para ganarse el pan y por tanto, no podían ((**It2.257**)) asistir a las escuelas públicas, hubieran quedado analfabetos e ignorantes de los conocimientos más elementales, con todo lo que ello supone. Durante este tiempo se preocupaba don Bosco especialmente de los jóvenes que salían de las cárceles. Fue entonces cuando se convenció de que, si esos desgraciados encuentran una persona benévola que les cuide, los asista en los días festivos, les busque una colocación para trabajar con un jefe verdaderamente cristiano y los visite alguna vez durante la semana, se entregan con buena voluntad a llevar una vida honrada, olvidan el pasado y acaban por practicar la religión y ser honrados ciudadanos. Fue entonces, estando en el Refugio, cuando don Bosco entendió qué era hacer de sastre y remendar los vestidos rotos, frase que a veces salía de sus labios cuando hablaba a los muchachos. Estos, acuciados por la curiosidad, preguntaban muchas veces al hombre de la Providencia cuándo y cómo se había visto en la necesidad de hacer de sastre. Pero él, durante muchos años, sólo respondía: -Si esto os sirviera para algo o fuera para mayor gloria de Dios, os lo diría. Entretanto, ayudaba al teólogo Borel a confesar a las asiladas del Refugio, predicaba en la ciudad y confesaba en la Residencia Sacerdotal. No podía separarse de don Cafasso y practicaba fielmente el consejo del Eclesiástico: <>. 1 Y don Cafasso, correspondiéndole 1 Eclesiástico XXXVII, 12. (**Es2.200**))
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