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trato agradable, las graciosas bromas y chistes de
don Bosco. Repasaron un poco de doctrina
cristiana, les enseñó alguna oración, les contó un
ejemplo edificante y cantaron una loa a la Virgen:
en fin, lo mismo que se había hecho hasta entonces
en San Francisco de Asís.
Pero al domingo siguiente, comenzó el lío.
Porque se añadieron a los primeros algunos más de
la barriada y no se sabia dónde colocarlos. La
habitación, el corredor, la escalera, todo estaba
atestado de muchachos. Don Bosco enseñaba el
catecismo o explicaba el Evangelio en su
habitación, mientras el teólogo Borel, que se
había ofrecido a ayudarle en todo, explicaba las
mismas verdades a los que estaban apiñados en los
peldaños de la escalera. Resultaba después un
gracioso espectáculo cómo hacían el recreo. Uno
encendía el fuego, otro apagaba; este barría la
habitación sin antes regarla, el otro quitaba el
polvo; uno lavaba los platos, otro los rompía.
Muelles, paletas, cubo, jarro, palangana, sillas,
libros, vestidos, zapatos, todos, todos los
objetos visibles eran revueltos, mientras los
mayorcitos y juiciosos trataban de ordenarlos y
ponerlos bien. Nuestro querido don Bosco miraba y
reía recomendando tan sólo no romper ni estropear
nada. Charitas patiens est. 1 La caridad es
paciente, y ícuántos años ejercitó él en grado
heroico la virtud de la fortaleza, venciéndose a
sí mismo al estar continuamente con muchachos
alborotadores y poco educados!
((**It2.248**)) Así
pasaron seis días festivos. Por la mañana, después
de confesar don Bosco a algunos, iban a oír la
santa misa, ya a una, ya a otra iglesia de la
ciudad. A lo mejor les preguntaba don Bosco:
-A dónde vamos hoy a misa?
-A la Consolata, al Monte, a Sassi, a la
Crocetta, gritaban a coro los muchachos.
Bajaban de las habitaciones y, colocando en
medio a don Bosco, se dirigían a la iglesia que él
había indicado, rezando el santo rosario por
enmedio de las calles de Turín. Generalmente iban
al santuario de la Consolata. Para la Bendición
los llevaba, por la tarde, a la capilla de las
escuelas de Santa Bárbara, dirigida por los
Hermanos de las Escuelas Cristianas. Estos buenos
religiosos se lo permitían de buen grado, ya que
él les ayudaba predicando y confesando a sus
alumnos.
Pero resultaba complicado para las prácticas de
piedad. Algunos antiguos alumnos recordaban que el
día de Todos los Santos, estando
1 I Corintios XIII, 4.
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