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aquellos animales ya se habían convertido en
corderos. A este punto llegaron algunos
pastorcillos para custodiarlos, pero estaban poco
tiempo y se marchaban. Entonces sucedió algo
maravilloso: no pocos de los corderos se
convertían en pastores, que crecían y se cuidaban
del rebaño. Como aumentaba mucho el número de
pastores, fueron dividiéndose y marchando a
diferentes pastos, para recoger otros animales de
otro origen y guiarlos a otros apriscos.
>>Yo quería marcharme de allí, porque me
pareció que era hora ya de celebrar misa, pero la
pastora me invitó a mirar hacia el mediodía. Miré
y vi un campo sembrado de maíz, patatas, coles,
remolachas, lechugas y muchas otras verduras.
>>-Mira de nuevo, me dijo.
>>Miré otra vez. Entonces vi una iglesia alta y
grandiosa. Un coro orquestal, música instrumental
y vocal me invitaban a cantar la misa. En el
interior de la iglesia había una franja blanca en
la que estaba escrito con caracteres cubitales:
HIC DOMUS MEA, INDE GLORIA MEA (ESTA ES MI CASA,
DE AQUI SALDRA MI GLORIA).
>>Siempre en sueños, ((**It2.245**))
pregunté a la pastora que en dónde me encontraba;
qué querían decir aquel andar y detenerse, aquella
casa, una iglesia y después otra iglesia.
>>-Todo lo comprenderás cuando con los ojos
materiales veas realizado lo que ahora contemplas
con los ojos del entendimiento.
>>Y como me pareciera que estaba despierto,
dije:
>>-Yo veo claro y veo con los ojos materiales.
Sé a dónde voy y qué hago.
>>En aquel momento sonó la campana del avemaría
en la iglesia de San Francisco de Asís y me
desperté.
>>Esto duró casi toda la noche; lo acompañaron
muchas circunstancias. Entonces entendí poco de su
significado, porque no le daba gran crédito; pero
comprendí poco a poco las cosas, según se iban
realizando. Más tarde me sirvió, juntamente con
otro nuevo sueño, de programa en mis decisiones,
en el Refugio>>.
Así pues, el segundo domingo de octubre,
dedicado a la Maternidad de María, don Bosco
comunicó a sus jovencitos el traslado del Oratorio
junto al Refugio. Al primer momento se asustaron
un poco, pero cuando les dijo que allí les
aguardaba un San Francisco más grande, más
hermoso, más cómodo, y que allí podrían cantar,
correr, saltar y divertirse a su gusto, quedaron
contentos, y aguardaban con impaciencia el domingo
siguiente para contemplar las novedades que se
iban imaginando. Les advirtió, además, que por
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