((**Es2.19**)
en interés de nuestra causa. Para hacer florecer y
fructificar nuestra causa en las familias, para
obtener derecho de asilo y hospitalidad en el
hogar doméstico, debéis presentaros con todas las
apariencias de hombre formal y de buenas
costumbres. Arraigada vuestra buena fama en los
colegios, en los centros de enseñanza media, en
las universidades y en los seminarios; ganada la
confianza de profesores y alumnos, conquistad a
vuestra conversación especialmente a los que
ingresan en la milicia eclesiástica. Habladles del
antiguo esplendor de la Roma papal. Existe en el
corazón de todo italiano nostalgia de la Roma
republicana. Combinad hábilmente estos dos
recuerdos: excitad, calentad estas ideas tan
inflamables con la del orgullo patriótico. Empezad
ofreciéndoles, siempre en secreto, libros
inocentes, poesías caldeadas de espíritu nacional:
poco a poco llevaréis la mente de vuestros
discípulos al grado pretendido de fermentación.
((**It2.10**))
Cuando este trabajo de cada día haya infiltrado
como la luz nuestras ideas en todos los aspectos
del Estado Eclesiástico, entonces os daréis cuenta
de la sabiduría de este consejo, cuya iniciativa
empezamos ahora.
>>Los acontecimientos, que creemos se
precipitan demasiado, exigirán dentro de unos
meses la intervención armada de Austria. Hay locos
que se divierten lanzando a los demás en medio del
peligro; con todo, estos locos arrastran consigo
en un momento dado hasta a los cuerdos. La
revolución, que se prepara en Italia (movimientos
del 1820 y 1821), no producirá más que desgracias
y destierros. Nada está maduro: ni los hombres, ni
las cosas; y nada lo estará por largo tiempo
todavía. Pero con estas futuras desgracias podréis
hacer vibrar fácilmente una nueva cuerda en el
corazón del clero joven. Será la cuerda del odio
contra el extranjero. Poned en ridículo y cread
odiosidad al alemán ya antes de su prevista
intervención. Unid a la idea de la supremacía
papal el recuerdo de las guerras del Sacerdocio y
del Imperio. Resucitad las pasiones adormecidas de
Güelfos y Gibelinos, y así, poco a poco, os
granjearéis, sin gran trabajo, reputación de
buenos católicos y buenos patriotas. Esta
reputación abrirá a nuestras doctrinas el corazón
del clero joven y hasta el de los conventos.
Dentro de unos años este clero joven ocupará, por
la fuerza de las cosas, todos los cargos. El
gobernará, administrará, juzgará, aconsejará al
Soberano o será llamado para elegir al futuro
Papa. Este Papa, también como la mayor parte de
sus contemporáneos, estará más o menos embebido de
los principios italianos y humanitarios, que
nosotros empezamos ahora a poner en circulación.
Es un pequeño grano de mostaza, que sembramos, y
que el sol de justicia (?)(**Es2.19**))
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