((**Es2.188**)
dispuesto a ir como predicador y confesor, pero
nunca como Director. Se tranquilizó al observarle
que el teólogo Borel desempeñaría las obligaciones
más difíciles de aquel cargo. Pidió, además, que
le pudieran visitar libremente los muchachos que
acudieran para aprender el catecismo, y la
Marquesa, para que aceptara el cargo, no sólo le
concedió este permiso, sino que consintió en que
reuniese su Oratorio festivo junto al nuevo
edificio, aún sin acabar, del Instituto de Santa
Filomena. De este modo podía él esperar que la
obra comenzada no quedaría estancada.
Así las cosas, don Bosco entró en el Refugio,
que era entonces una de las últimas casas de la
ciudad de Turín, fuera ya de la línea de
<> 1 por occidente, y cerca de la orilla
derecha del río Dora. Caminando desde allí hacia
arriba, antes de llegar al manicomio y a los
nuevos cuarteles del ejército, última línea de
edificaciones, se extendía el campo abierto. Por
los alrededores había prados, huertos, terrenos
desiguales, no cultivados en parte, zanjas,
barrancos, casas de labranza, esparcidas acá y
allá a mucha distancia unas de otras. Pertenecía
al distrito de la parroquia de los santos
apóstoles Simón y Judas, del suburbio del Dora.
((**It2.239**)) Don
Bosco habló con el Rector y Director Espiritual
del Refugio, el mismo con quien había consultado
en el Seminario de Chieri el modo de conservar su
vocación, y que había sido muchas veces compañero
de predicación y visita a las cárceles.
El teólogo Juan Bautista Borel era un sacerdote
muy piadoso, digno de admiración por su virtud y
su ciencia. Poseía cuanto se requiere para ser un
sacerdote según el corazón de Dios y las
necesidades de la Iglesia. Llamaba sobre todo la
atención su celo incansable por la salvación de
las almas.
De él dejó escrito un excelente sacerdote
turinés esta página, que don Bosco guardaba entre
sus cosas: << Vidisti virum velocem in opere suo?
(Has visto un hombre hábil en su oficio?) 2. Esta
fue la primera idea que llegó a mi mente cuando
empecé a conocer de cerca al reverendo don Borel,
siempre de grato recuerdo. Se puede decir de él,
sin temor a equivocarse, que era un valeroso
soldado de la Iglesia; iba de acá par allá para
conquistar las almas, sin negarse jamás a prestar
cualquier servicio del sagrado ministerio, si para
ello tenía
1 Consumos: Existían hace algún tiempo, a las
entradas de las poblaciones, unas oficinas,
llamadas <>, donde se cobraban
los impuestos municipales sobre los comestibles y
otros géneros que se introducían en la población
para venderlos o consumirlos en la misma. (N. del
T.)
2 Proverbios XXII, 29.
(**Es2.188**))
<Anterior: 2. 187><Siguiente: 2. 189>