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((**Es2.187**) los pecadores), llamando para regirlo a las Hermanas de San José. Pero, como algunas de las acogidas no querían volver a salir de allí y deseaban consagrarse con votos al Señor por toda la vida, la Marquesa construyó junto al Refugio, el Monasterio de Santa María Magdalena, con capacidad para casi setenta ((**It2.237**)) nuevas monjas, de forma que la iglesia pudiera servir para las dos comunidades. Y no es esto todo: junto al monasterio fundó una tercera casa para acoger a las llamadas Magdalenitas, esto es, niñas menores de doce años pervertidas, cuya educación confió a algunas hermanas de Santa María Magdalena. Finalmente, el año 1844, levantó, junto al Refugio y a las Magdalenas, el Hospital de Santa Filomena u Hospitalillo para niñas lisiadas y enfermas, y cuya construcción estaba ultimándose. Este conjunto de Instituciones, en torno al Refugio, era el campo destinado por el momento a don Bosco. Es un gran honor para él haber sido propuesto por don Cafasso y haberlo reconocido digno el Arzobispo para un cargo tan delicado, que parecía exigía un sacerdote de más edad y experiencia. Estaban persuadidos de que su virtud y su pureza de costumbres suplían ampliamente la edad. Don Bosco, pues, acompañado del teólogo Borel fue a presentarse a la Marquesa, viuda desde 1838 de un esposo digno de ella. No sólo en Turín, sino en muchas ciudades del Piamonte había dado pruebas de su generosa beneficencia. Don Bosco, justo apreciador de las santas acciones, sabía que durante el cólera de 1835 la buena se ñora, que veraneaba cerca de Moncalieri, se apresuró a volver a la ciudad, para asistir a los apestados en sus casas y en los hospitales, consolando con santas palabras a los moribundos y asegurando la ayuda a sus pobres viudas e hijos huérfanos. Don Cafasso y el teólogo Borel ya le habían advertido que tenía un carácter vivacísimo e imperioso, pero que trataba con todas sus fuerzas de moderarse y aspiraba con tesón y eficacia a perfeccionarse en la virtud. Este aviso le debía servir de norma. ((**It2.238**)) La veneranda matrona rondaba ya los sesenta años. Al presentarse a ella, reconoció don Bosco que, bajo su porte majestuoso, ocultaba una gran humildad y que, a sus formas comedidas y de patricia autoridad, unía la afabilidad y dulzura de una madre y de una bienhechora. Quedó muy contento de su primera entrevista. También la señora lo vio y lo aceptó de buen grado. Pero don Bosco, antes de ir al Refugio, creyó oportuno presentar algunas dificultades sobre la carga que le imponían de Director Espiritual, temiendo que ello le obligara a abandonar a sus muchachos, y se declaró (**Es2.187**))
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