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bellota? En cambio, ahí están esas calabaceras,
tan feas y tan pequeñas, que íni se tienen
derechas! por qué les ha dado Dios un fruto tan
grande? íQué bonito sería que las gordas calabazas
colgaran de las ramas de la encina! ícontemplar
por doquiera una encina cargada ((**It2.231**)) con
cientos de calabazas! Y con estos pensamientos se
durmió. Pero he aquí, que al soplo de un ligero
viento, cayó una bellota sobra la nariz del
viajero y lo despertó. -íAh, Señor, exclamó aquel
hombre poniéndose en pie y palpándose la nariz que
le dolía, qué bien habéis hecho dando a estos
árboles tan altos un fruto tan pequeño; de haber
sido una calabaza la que me hubiera caido encima
desde tan alto, me habría roto la cabeza y estaría
ya en el otro mundo!
>>-Quería, otra vez, dejar bien impreso en mis
oyentes la locura del que se ensoberbece y se
vanagloria: cómo hacerlo? Si hubiera presentado
todos los textos de la Sagrada Escritura y de los
Santos Padres, los jovencitos no hubieran hecho
mucho caso: se hubieran aburrido y en seguida
hubieran olvidado la lección. Les conté, en
cambio, con muchos detalles y circunstancias
inventadas por mi, aquella fábula de Esopo de la
rana que, queriendo ponerse tan gorda como un
buey, engordó tanto que, al fin, reventó. Les
describí que esto había sucedido cerca del monte
Valentino 1, añadí mil diversas circunstancias
ridículas, hice hablar a la rana con otras ranas
para hacer resaltar algunos puntos morales. El
resultado me pareció extraordinario y, sin
embargo, qué más trivial que esta narración?>>.
Esto decía don Bosco, el cual no predicaba a la
buena de Dios como alguien podría suponer para
excusar su propia pereza; él sacaba sus argumentos
de los tesoros de las ciencias sagradas, que
conocía ampliamente, y cuidaba el orden lógico y
oratorio con el que llegó a ser un predicador
eficaz, lo mismo para personas ignorantes que
instruidas, es que no se predicaba a sí mismo,
sino a nuestro Señor Jesucristo. Dice el
Eclesiástico: <((**It2.232**)) dignos
de fe. El varón sabio enseña a su pueblo y los
frutos de su inteligencia son dignos de fe. El
varón sabio es colmado de bendiciones; y le llaman
feliz todos los que le ven... y su nombre vivirá
por los siglos2.
1 Es el Valentino, un parque público al borde
del Po, a los pies del montículo, conocido con el
nombre de Monte de los Capuchinos. (N. del T.)
2 Eclesiástico, XXXVII, 23, 24, 26.
(**Es2.183**))
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