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((**Es2.180**) -No se inclina más a una cosa que a otra? -Me inclino hacia la juventud; usted haga de mí lo que quiera. Veré la voluntad de Dios en su consejo. -Qué es lo que llena en este momento su corazón? Qué corre por su mente? -En este momento me parece encontrarme en medio de una turba de muchachos que piden ayuda. -Pues entonces, márchese de vacaciones una semanita. A la vuelta ya le diré su destino. ((**It2.227**)) Don Bosco había pensado ir a Canelli. El día de la salida por la mañana, mientras se arreglaba, le llamó don Cafasso y le dijo: -Deseo que me diga si ha pensado en lo que le dije. -Ya que me pregunta, respondió don Bosco, le diré que prefiero la Residencia y prepararme para la clase de repaso de la tarde. -Bien, atienda ahora a sus cosas. Don Bosco dijo que se inclinaba por el empleo de la Residencia, pues no sabía de otro lugar donde poder reunir a sus pequeños amigos. Salió, pues, de Turín, pernoctó en Asti y siguió hasta Canelli con don Carlos Palazzolo, para predicar unos Ejercicios en aquella población. Iban a pie, el camino era bastante largo, y les sorprendió un aguacero que duró mucho tiempo. Como estaban empapados, al atardecer se refugiaron en una granja próxima al camino, cerca de Riva de Chieri, propiedad de un tal Genta. Estaba éste cociendo el pan: al verlos llegar, tan malparados, temió que fueran maleantes disfrazados. Pero, cerciorado de que eran personas de bien, los acogió generosamente; les prestó ropa, les preparó una buena cena y fue a una capilla próxima para procurarles un breviario. El capellán, al enterarse de la llegada de los dos forasteros, fue a saludarlos y se entretuvo conversado con ellos hasta media noche. Descansaron, y al día siguiente prosiguieron su viaje. Se encontraron en el camino con un carretero que, de cuando en cuando, profería horribles blasfemias para animar a sus caballerías. Don Palazzolo no pudo contenerse y, dirigiéndose al carretero, le dijo: -Son éstas sus jaculatorias? Así profana usted el santo nombre de Dios? Y siguió con sus reproches. El carretero, enfurecido, empezó ((**It2.228**)) a renegar contra él: que no era hombre para aguantar reprimendas; que los curas no eran mejores que los otros, y que se cuidase de sí mismo, porque si no terminaría mal. Don Palazzolo respondió en el mismo tono: la cosa se ponía seria, (**Es2.180**))
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