((**Es2.18**)
de sus defectos. Que es nuestro enemigo?...
Echadle enseguida todas las redes que podáis.
Dadle una reputación que infunda temor a los niños
y a las mujeres, presentándole cruel y feroz:
contad alguna anécdota espantosa que se grave
fácilmente en la mente del pueblo. Cuando luego se
enteren los periódicos por nosotros mismos de
estos hechos y los destaquen y coloreen como
acostumbran, por el honor que se debe a la verdad
(sic), vosotros indicad, o mejor, haced que algún
respetable imbécil indique el número del diario,
donde se refieren los hechos de los personajes en
cuestión. Lo mismo que en Inglaterra y en Francia,
habrá en Italia plumas que sepan inventar mentiras
útiles para la buena causa. Con un periódico en la
mano, en el que aparezca el nombre de su Monseñor
Delegado o de su Excelentísimo Señor Juez, el
pueblo no necesitará más pruebas. El pueblo
italiano está en la infancia del liberalismo. Cree
ahora en los liberales como creerá más tarde en
cualquier otra cosa.
>>Así, pues, aplastad al enemigo sea quien
fuere, cuando está en el poder, a fuerza de
maledicencias y calumnias, pero aplastadlo sobre
todo antes de nacer. Por eso, hay que preocuparse
de la juventud: hay que conquistar a los jóvenes:
hay que colocarlos, sin que se den cuenta, bajo la
bandera de las sociedades secretas. Pero hay que
obrar con la máxima cautela. Dos cosas se
necesitan absolutamente para avanzar a pasos
contados, sí, pero seguros, en este peligroso
camino. Debéis presentaros con aspecto de palomas;
pero, al mismo tiempo, debéis ser astutos como
serpientes. Vuestros padres, vuestros hijos,
vuestras mismas esposas jamás deberán saber el
secreto que guardáis en vuestro pecho. Y, si os
parece bien, para mejor engañar los ojos de los
que os observan, id a confesaros ((**It2.9**)) con
frecuencia; estáis autorizados para guardar con el
confesor el más absoluto silencio sobre esta
materia. Pues bien sabéis que la más mínima
revelación, el más ligero indicio que se os escape
en el Tribunal de la Penitencia o en cualquier
otro lugar, puede acarrearnos grandes calamidades;
y que el revelador voluntario o involuntario
suscribe, con esto sólo, su sentencia de muerte.
(Puñal o veneno).
>>Ahora bien, para fabricar un Papa según
nuestro deseo, ante todo hay que fabricar una
generación digna del reino que nos auguramos. Hay
que dejar de lado a los viejos y a los hombres
maduros. Ir, en cambio, derechamente a la juventud
y, si es posible, a la infancia. No habléis nunca
con los jóvenes de cosas deshonestas o impías.
Máxima debetur puero reverentia, (el niño se
merece el máximo respeto). No olvidéis jamás estas
palabras del poeta: ellas os servirán de
salvaguardia contra la licencia, de la que hay que
abstenerse(**Es2.18**))
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