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respuesta: <((**It2.216**))
comisión popular, un día tendremos que
arrepentirnos, pero inútilmente, porque ya habrán
desaparecido la fe y las buenas costumbres>>.
Don Bosco era totalmente del parecer de
monseñor Losana, de monseñor Ghilardi, del marqués
de Barolo, del señor Durando, como mil veces lo
dijo y repitió a varios obispos, para que, dada la
novedad de los tiempos, se preocuparan de
preservar a la juventud de sus diócesis con
industrias nuevas.
No es el caso, decía, de observar de dónde
reciben inspiración y ayuda esas instituciones;
sino, más bien, de estudiar atentamente qué tales
son; y, si son buenas, pensar en darles prudente y
cristiana dirección; y así impedir que se
impregnen de espíritu irreligioso.
Ya le veremos nosotros poner en práctica, a su
tiempo, lo que aconsejaba a los demás. Si estos
consejos e industrias se hubieran llevado a cabo
en seguida, tal vez se hubieran evitado muchos
males y no hubieran sido tachados como enemigos de
la ciencia, de la instrucción y del bienestar del
pueblo, hombres de Iglesia y seglares amantes de
la religión.
Sin embargo, es de notar que entonces no se
podían ver las cosas tan claramente como se vieron
después: los sectarios habían urdido en secreto
sus planes y empezaban de pronto a llevarlos a la
práctica, mientras los buenos no estaban
preparados para la lucha. Gran parte del clero, no
dándose cuenta de la gravedad del momento, lo
hubieran creído una oposición inútil, dada las
apariencias de religiosidad conservadas por el
Gobierno: el desacuerdo del Arzobispo con su
Majestad separaba a muchos del mundo oficial, que
hubieran podido prestar valiosa ayuda: el tener su
sede en la capital del reino le ocasionaba no
pequeño estorbo, porque allí se concentraban todas
las miradas de los sectarios y sus medidas habían
sido combatidas con todos los medios. En contra
suya ((**It2.217**)) en
particular, ardía en las logias un odio
inextinguible, pues era bien conocida la firmeza
de su ánimo apostólico.
Con todo, Monseñor, tranquilo e impertérrito,
después de haber aguantado largo tiempo, y no sin
haberlo pensado y encomendado al Señor, mandó
llamar al abate Aporti. Sabía que iba a chocar con
un
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