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((**Es2.17**) si llegase a acontecer que un Cardenal o un Prelado llegase a formar parte de nuestros sectores con plena voluntad, y no por insidia, no sería ésta una razón para desear su elevación a la Silla Apostólica. Esta elevación sería nuestra ruina, pues, habiendo llegado a la apostasía por pura ambición, luego la exigencia del poder lo empujaría necesariamente a sacrificarnos. Lo que nosotros debemos buscar y esperar, al igual que los judíos esperan al Mesías, es un Papa según nuestra necesidad... Sólo así caminaremos al asalto de la Iglesia con más seguridad que con los opúsculos de nuestros hermanos de Francia y con el mismo oro de Inglaterra. Y queréis saber por qué? Porque ((**It2.7**)) con esto, no necesitamos el vinagre de Aníbal, ni la pólvora del cañón, ni siquiera nuestros brazos para demoler la roca sobre la cual Dios ha fabricado su Iglesia. Así tendremos el dedo meñique del Sucesor de Pedro enrolado en la trama. Y este dedo meñique valdría para esta cruzada más que todos los Urbano segundo y todos los San Bernardo de la cristiandad. Por nuestra parte, no dudamos lo más mínimo en llegar a este resultado supremo de nuestros esfuerzos. Pero, cuándo? cómo? Aún no se sabe. Sin embargo, así como nada debe apartarnos del plan trazado, sino que, al contrario, todo debe concurrir a él; lo mismo que si el éxito debiera coronar mañana mismo la obra apenas esbozada, queremos dar a través de esta Instrucción, que deberá permanecer oculta a los simples iniciados, algunos consejos a los jefes de la Suprema Logia, consejos que ellos deberán inculcar a los hermanos en forma de Enseñanza o de Memorándum. Es de suma importancia y, por otra parte, algo absolutamente impuesto por la más elemental discreción, que nadie llegue a saber que estos consejos son órdenes de la Suprema Logia. El Clero entra muy directamente en nuestro designio, y no podemos, en los tiempos que corren, jugar con él como hacemos con esos reyezuelos o principitos que se quitan de en medio con un soplo. >>Poco hay que hacer con los Cardenales viejos y con los Prelados de carácter firme. Hay que dejar a estos incorregibles de la escuela de Consalvi y buscar más bien, en nuestros almacenes de popularidad e impopularidad, las armas que usarán o ridiculizarán el poder en sus manos. Una palabra bien calculada de calumnia, esparcida hábilmente en ciertas buenas familias cristianas, pasa enseguida al café y del café a la plaza; una sola palabra puede, en ocasiones, matar a un hombre. Si un Prelado llega de Roma a provincias para ejercer un cargo público hay que informarse enseguida de ((**It2.8**)) su carácter, de sus precedentes, de sus cualidades, de sus defectos; especialmente(**Es2.17**))
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