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si llegase a acontecer que un Cardenal o un
Prelado llegase a formar parte de nuestros
sectores con plena voluntad, y no por insidia, no
sería ésta una razón para desear su elevación a la
Silla Apostólica. Esta elevación sería nuestra
ruina, pues, habiendo llegado a la apostasía por
pura ambición, luego la exigencia del poder lo
empujaría necesariamente a sacrificarnos. Lo que
nosotros debemos buscar y esperar, al igual que
los judíos esperan al Mesías, es un Papa según
nuestra necesidad... Sólo así caminaremos al
asalto de la Iglesia con más seguridad que con los
opúsculos de nuestros hermanos de Francia y con el
mismo oro de Inglaterra. Y queréis saber por qué?
Porque ((**It2.7**)) con esto,
no necesitamos el vinagre de Aníbal, ni la pólvora
del cañón, ni siquiera nuestros brazos para
demoler la roca sobre la cual Dios ha fabricado su
Iglesia. Así tendremos el dedo meñique del Sucesor
de Pedro enrolado en la trama. Y este dedo meñique
valdría para esta cruzada más que todos los Urbano
segundo y todos los San Bernardo de la
cristiandad. Por nuestra parte, no dudamos lo más
mínimo en llegar a este resultado supremo de
nuestros esfuerzos. Pero, cuándo? cómo? Aún no se
sabe. Sin embargo, así como nada debe apartarnos
del plan trazado, sino que, al contrario, todo
debe concurrir a él; lo mismo que si el éxito
debiera coronar mañana mismo la obra apenas
esbozada, queremos dar a través de esta
Instrucción, que deberá permanecer oculta a los
simples iniciados, algunos consejos a los jefes de
la Suprema Logia, consejos que ellos deberán
inculcar a los hermanos en forma de Enseñanza o de
Memorándum. Es de suma importancia y, por otra
parte, algo absolutamente impuesto por la más
elemental discreción, que nadie llegue a saber que
estos consejos son órdenes de la Suprema Logia. El
Clero entra muy directamente en nuestro designio,
y no podemos, en los tiempos que corren, jugar con
él como hacemos con esos reyezuelos o principitos
que se quitan de en medio con un soplo.
>>Poco hay que hacer con los Cardenales viejos
y con los Prelados de carácter firme. Hay que
dejar a estos incorregibles de la escuela de
Consalvi y buscar más bien, en nuestros almacenes
de popularidad e impopularidad, las armas que
usarán o ridiculizarán el poder en sus manos. Una
palabra bien calculada de calumnia, esparcida
hábilmente en ciertas buenas familias cristianas,
pasa enseguida al café y del café a la plaza; una
sola palabra puede, en ocasiones, matar a un
hombre. Si un Prelado llega de Roma a provincias
para ejercer un cargo público hay que informarse
enseguida de ((**It2.8**)) su
carácter, de sus precedentes, de sus cualidades,
de sus defectos; especialmente(**Es2.17**))
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