((**Es2.16**)
el Papado encuentra en todas partes gente pronta
al sacrificio, al martirio, al entusiasmo; tiene
amigos por doquiera que mueren por él y lo dejan
todo por su amor. Es una leva sin fin, cuya fuerza
sólo algunos Papas han comprendido y aún ellos la
han usado con reserva. Hoy no se trata de ganar
para nuestro servicio esa fuerza momentáneamente
debilitada: nuestro punto de mira es el de
Voltaire y la revolución francesa: esto es, el
aniquilamiento total del cristianismo y hasta de
la idea cristiana. Si ésta quedare en pie sobre
las ruinas de Roma, vendría más tarde su
restauración y su perpetuidad. Mas, para alcanzar
con seguridad este propósito y no engañarnos a
nosotros mismos, prolongando indefinidamente y
comprometiendo el feliz éxito de nuestra causa, no
hay que hacer caso de esos franceses fanfarrones,
ni de esos oscuros alemanes y melancólicos
ingleses, que creen se puede destruir el
catolicismo con una canción deshonesta, con un
sofisma o con un vulgar sarcasmo que llega de
contrabando como los algodones ingleses. El
catolicismo tiene una fuerza vital que resiste más
que todo eso. Ya se ha enfrentado con enemigos más
implacables y terribles; y ha tenido muchas veces
el maligno placer de rociar con su agua bendita a
los más exaltados. Dejemos, pues, a nuestros
hermanos de esos países desahogarse con sus
destemplanzas de celo anticatólico: dejémosles
burlarse de nuestras Vírgenes y de nuestra
aparente devoción. Con este pasaporte podremos
conspirar desahogadamente, y alcanzar poco a poco
nuestro designio.
((**It2.6**)) >>Hace
más de mil setecientos años que el Papado es algo
inherente a la historia de Italia. Italia no puede
respirar, no puede moverse sin consentimiento del
Supremo Pastor. Contando con él, dispone de los
cien brazos del gigante Briareo; sin él está
condenada a una deplorable impotencia, divisiones,
odios y hostilidades desde la cabecera de los
Alpes hasta la última estribación de los Apeninos.
Nosotros no podemos conformarnos con ese estado de
cosas: hay que buscar remedio a tal situación. Y
el remedio está bien claro. El Papa, sea quien
fuere, jamás vendrá a alistarse en las sociedades
secretas: toca a las Sociedades secretas dar el
primer paso hacia la Iglesia y hacia el Papa, con
el fin de vencer a ambos.
>>El trabajo a que nos disponemos no es obra de
un día, de un mes o de un año. Puede durar mucho
tiempo, hasta un siglo: pero en nuestras filas
muere el soldado y sigue la guerra. No es que
pretendamos ganar al Papa a nuestra causa, ni
hacer de él un neófito de nuestros principios o un
propagandista de nuestras ideas. Sería un sueño
ridículo. Y ante cualquier sesgo que tomen los
acontecimientos,(**Es2.16**))
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