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y señalado hasta dónde quería llegar el movimiento
sectario y veían cómo no pocos del clero,
obcecados por los escritos de Gioberti, se
disponían inconscientemente a apoyar el movimiento
revolucionario. Era una astuta maniobra. Los
sediciosos de 1821 y 1831 y los amigos de La Joven
Italia habían estudiado eficazmente cómo ganarse
los ánimos y adquirir crédito introduciendo y
promoviendo obras e ((**It2.188**))
instituciones que favorecieran la educación
popular, la literatura, la ciencia, el comercio y
la construcción de ferrocarriles. Les preocupaban,
sobre todo, las escuelas de pedagogía, las
escuelas nocturnas y dominicales y los asilos de
mendicidad. Eran cosas sustancialmente buenas, que
debían encontrar el aplauso de los buenos sin la
menor sospecha. Pero un ojo experto podía darse
cuenta de que esas obras eran puramente
filantrópicas y no de caridad; obras que
proporcionaban ventajas al hombre, cierto, útiles
y honestas, pero no según el espíritu del
Evangelio, según el cual sólo quien hace el bien
al pobre por Jesucristo tendrá por recompensa
eterna al mismo Jesucristo. Esta exclusión del
espíritu cristiano, por parte de aquella gente,
debía poner sobre aviso a los prudentes y hacerles
comprender que aquellas obras obedecían a un
proselitismo heterodoxo y cómo, al cubrirse sus
autores con la capa del bien del pueblo, estaban
tramando contra la religión y el estado.
Con este fin sectario se habían introducido en
Toscana los asilos de infancia y los promovía en
Pisa la protestante Matilde Calandrini, la cual
practicaba por sistema en el aula las ceremonias
del culto evangélico. En torno a ella se agrupaban
herejes, incrédulos, sedicentes filósofos
indiferentes en religión, para ayudarla, según
decían, en la educación del pueblo. Lorenzo
Valerio y otros, entre los cuales estaba el abate
Ferrante Aporti, propagaban esta institución.
Aporti era considerado en Italia como el
introductor de los asilos de infancia, según el
programa del escocés Owen, jefe de una secta
sansimoniana. Había fundado su primer asilo en
Cremona en 1830 y al mismo tiempo daba a conocer
su método de enseñanza para las escuelas
elementales. 1
((**It2.189**)) Aunque
ya existía en Turín desde 1825 un floreciente
asilo de infancia católico, fundado por el marqués
Barolo, al que las sectas hicieron después cruda
guerra, con todo los liberales querían se
introdujeran los de la nueva pedagogía, y
patrocinaban la creación de una cátedra que
formara a los maestros en el arte pedagógico.
Monseñor Dionisio Pasio, obispo de Alessandria y
presidente de la
1 MONTANELLI: Memorias sobre Italia y
especialmente sobre la Toscana, etc.
(**Es2.151**))
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