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di Virtú, a las escuelas de los Hermanos de la
Doctrina Cristiana, al colegio nacional de San
Francisco de Paula, al instituto de las Fedeli
Compagne, 1 donde, además, daba conferencias,
catecismo y clase de lengua ((**It2.161**))
italiana a las jóvenes; al Retiro de las llamadas
Hijas del Rosario, fundado por el padre dominico
Sappelli, donde una comunidad de Terciarias de
Santo Domingo atendía a la educación de las
muchachas descarriadas. LLegó también su caridad
hasta el monasterio del Buen Pastor, abierto
merced al interés del conde Solaro de la
Margherita en 1843, por las Hermanas fundadas en
Francia por el P. Eudes en 1642 para corregir a
las jóvenes extraviadas y preservar a las que
corren peligro de serlo. Estas Hermanas, que
tenían además un pensionado para niñas,
recompensaron en varias ocasiones su caridad,
recogiendo a las hermanitas de los jóvenes de su
Oratorio, que de otro modo hubieran quedado
abandonadas y privadas de educación. En estos y
otros centros benéficos y de educación de Turín,
siempre con el permiso de don Cafasso, ejercía el
sagrado ministerio durante el día y, a veces,
hasta muy avanzada la noche. Continuó ese
apostolado por años y años, hasta más allá del
1860. En todos estos Centros dejó un recuerdo
imborrable de celo y de prudencia, según nos lo
aseguraba monseñor Cagliero, que le sucedió en
varios de ellos como director espiritual.
Don Cafasso lo mandaba también al Hospital de
la Caridad, residencia con cerca de un millar de
asilados entre ancianos y ancianas, muchachos y
muchachas; al hospital de los Caballeros de la
Orden de San Mauricio y de San Lázaro y al de San
Luis, para enfermos incurables, que eran tres
obras dirigidas por las Hermanas de San Vicente,
las llamadas Grises por el color del hábito, una
rama de las Hijas de la Caridad. Además, cuando se
presentaba la ocasión, iba a confesar y predicar
al Hospital Mayor o de San Juan, en donde las
Hijas de la Caridad le ayudaron muchísimo en la
asistencia espiritual a los enfermos. Contó entre
ellas con un buen número de heroicas bienhechoras
que le ayudaron a recoger jóvenes ((**It2.162**))
abandonados y mantenerlos a expensas de su propio
peculio y con las limosnas que sabían alcanzar de
personas pudientes. No debemos pasar por alto el
nombre de San Vicente de Paúl que, a través de las
Conferencias irá unido a muchas fundaciones de
orfanatos de don Bosco por todo el mundo. Iba don
Bosco, además, a los hospitales, invitado para
asistir a alguno que creía necesitaba de su
palabra en
1 El Albergo di Virtú y Fedeli Compagne eran
dos colegios de religiosas para niñas. (N. del T.)
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