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de ofreceros los consejos y avisos más
convenientes para vuestras almas.
>>He querido deciros estas cosas, para que en
ningún caso os dejéis engañar por el demonio,
callando por vergüenza el ((**It2.151**)) pecado
que sea en la confesión. Os aseguro, queridos
jóvenes, que la mano me tiembla ante la
consideración del gran número de cristianos que se
encaminan a la eterna condenación, nada más que
por haber callado o no haber expuesto con
sinceridad ciertos pecados en la confesión. Si,
por casualidad, alguno de vosotros, al revisar su
vida pasada, se da cuenta de que ocultó
voluntariamente algún pecado, o simplemente abriga
dudas sobre la validez de alguna confesión, yo le
diría: "Amigo mío, por amor a Jesucristo y a la
preciosa sangre que derramó para salvarte,
arregla, te lo suplico, tu conciencia, la primera
vez que vayas a confesarte; todo eso que te
inquieta manifiéstalo, como si estuvieses en punto
de muerte. Y si no sabes por donde empezar, díle
simplemente al confesor que tienes algo en tu vida
pasada que te intranquiliza. Con esto tendrá
suficiente. Bastará que tú, a continuación,
colabores respondiendo a sus preguntas, y te
aseguro que todo quedará en regla".
>>Presentaos con frecuencia a vuestro confesor;
rezad por él; poned en práctica sus consejos. Y,
una vez hayáis elegido el confesor más a propósito
a vuestro juicio, para atender a las necesidades
de vuestra alma, no os cambiéis sino por verdadera
amistad. Mientras no os hagáis con un confesor
fijo, en el que poner enteramente vuestra
confianza, echaréis de menos un verdadero amigo
para las cosas del alma. Contad también con las
oraciones del confesor: él cada día tiene
presentes a sus penitentes en la santa misa y
ruega a Dios que les conceda la gracia de hacer
buenas confesiones y la perseverancia en el bien.
Pues vosotros, por vuestra parte, rezad también
por él.
>>Sin embargo, sin escrúpulo alguno, podéis
acudir a otro confesor, si vosotros o él cambiáis
de domicilio y cuando os resulte muy penoso acudir
a él, por estar enfermo o porque, en determinada
solemnidad, es mucha la gente que aguarda para
confesarse con él. Asimismo, si tuvieseis en la
conciencia algo ((**It2.152**)) que no
os atrevéis a decir al confesor ordinario, antes
de cometer un sacrilegio, preferible es mil veces
cambiar de confesor.
>>Y si fuere a parar este mi escrito a manos de
quien la Providencia destinó a escuchar
confesiones de jóvenes, querría pedirle
humildemente me permitiese decirle, omitiendo
otras cosas, lo siguiente:
>>1§. Habéis de acoger con amabilidad a toda
suerte de penitentes, pero de manera particular a
los jóvenes. Echadles una mano a la
(**Es2.124**))
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