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primeras celebridades musicales, como Cherubini,
Rossini, Haydn, Palestrina, etc. Don Bosco,
apasionadísimo por la música, hacía más tarde
colocar sobre la puerta de su clase de canto las
palabras de la Escritura: Ne impedias musicam (no
impidas la música) 1.
((**It2.133**)) También
enseñó don Bosco a sus primero jóvenes varios
cantos en honor de la Virgen. Entre otros, uno que
casi ya no se recuerda: Maria risuona la valle e
il monte (María resuena por el valle y por el
monte), y la invitación para acudir a Jesús
Sacramentado, que comienza:
A la mesa regia
del Cordero vamos:
con la túnica blanca
vestidos acudamos.
Himnos de amor cantemos
a Cristo vencedor.
La música y la letra de estas canciones no
siempre eran de don Bosco; a veces, eran de
maestros conocidos. Algunas, que todavía hoy se
repiten en los oratorios y colegios salesianos,
tuvieron un extraño origen que queremos hacer
notar aquí. Un día oyó don Bosco un coro de
obreros, que al caer de la tarde cantaban un
estribillo armonioso y marcial, muy a propósito
para marcar el paso. Sabedor de lo mucho que
agrada a los jóvenes esa clase de cantos, lo
aprendió de memoria y luego, al encontrarse con
Silvio Péllico, que iba a confesarse con el
teólogo Guala, rogóle le escribiera unos versos en
honor del Angel de la Guarda. Así apareció el
popularísimo Angel Santo 2 que aún se repite en
nuestros centros.
1 Eclesiástico XXXII, 5.
2 En <>, devocionario
original de San Juan Bosco, está traducido así:
Angel Santo, guarda pío,
que bajaste al lado mío,
Angel Santo, guarda pío,
díme: qué haces junto a mí?
Como guarda, como amigo,
yo a tu lado siempre sigo.
Cuando velas, cuando duermes,
yo velando estoy por ti.
Angel Santo, guarda pío,
que bajaste al lado mío,
Angel Santo, guarda pío,
íOh! cuán débil mi alma es.
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