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((**Es2.109**) Llegó incluso a emplear la misma música, con alguna variación, para un Tantum ergo que se cantó frecuentemente en las iglesias durante casi veinte años, especialmente en las excursiones que, de cuando en cuando, se hacían. De este modo, el escaso repertorio musical de los muchachos, aprovechado oportunamente, les daba mucha fama y aprecio por todas partes. Musicó después la jaculatoria Se alaben noche y día los nombres de Jesús y María; y siempre sea alabado el nombre de Jesús Verbo encarnado, que todavía se canta en la iglesia de María Auxiliadora, al terminar la plática de la mañana. Compuso también un Gloria in excelsis Deo para Castelnuovo, cuando comenzó a ir por allí con sus muchachos, todavía externos. Fue el principio de una pequeña misa, que en aquel tiempo pareció una maravilla. Escribió, además, un motivo musical para el Magnificat, alternando el coro con los versículos que el pueblo ejecutaba en canto coral, repitiendo siempre el primero. Lo mismo hizo con las Letanías de la Virgen. Asocióse a don Bosco en esta santa labor catequística y musical el clérigo Luis Nasi, hijo de noble familia turinesa, licenciado en teología el 1842 y ordenado sacerdote el 1844. Fue después director espiritual del Refugio, canónigo del Corpus Domini, y se dedicó por completo, merced a ((**It2.132**)) don Cafasso, al ministerio de la confesión y la predicación. Fue famoso predicador, colega y muy amigo del canónigo Juan Bautista Jordano, y subió como él a los principales púlpitos de Italia. Deseoso de dedicarse a la educación de los jóvenes, prefería los de don Bosco, que empezaba entonces su labor, y los frecuentaba con el entusiasmo de un santo, ganándose el cariño de los muchachos con sus amenas narraciones y sus virtuosos ejemplos. Como era poeta y artista de valía, componía versos y cantos para ellos y ayudó maravillosamente a don Bosco durante varios años haciendo de organista y maestro de canto. Siempre quiso mucho a don Bosco; tanto que, en el 1893, permitió que los Salesianos imprimieran sus sermones, que le supieron sustraer con dulce e ingeniosa violencia, poniéndole por delante su amistad con don Bosco; y cuyo fruto de venta él destinaba a las misiones de Patagonia. El teólogo Nasi acompañaba al órgano a los pequeños cantores de don Bosco, entre los cuales había voces bellísimas, lo mismo en la Consolata, que en el Corpus Domini y en la iglesia de las Carmelitas de Moncalieri. A veces subían también al coro de San Francisco de Asís. La sacristía de este templo se convirtió en aula magna de la academia musical que fue el principio del célebre coro que un día interpretaría las misas, las vísperas, Tantum ergo y motetes de las (**Es2.109**))
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