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en el monasterio del Sufragio sobre el deseo del
paraíso y se dirigió hacia la sacristía. Mas dio
unos pasos y volvió atrás; se colocó junto al
altar y rogó encarecidamente rezaran por su
majestad el rey Carlos Alberto y toda la familia
real. Alzó después los brazos y fijó sus ojos en
el cielo, como quien busca un secreto que,
hallado, ruega no se verifique, y exclamó con
profundo dolor:
-íMientras tengamos a Carlos Alberto!...
Y calló. Qué quería significar el siervo de
Dios con aquella frase truncada?
Era el Piamonte en aquellos días uno de los
reinos más católicos por su legislación. Sin
embargo, los liberales reclamaban de cuando en
cuando nuevos pretendidos derechos del Estado, que
ocasionaban daños a la Iglesia, la cual, madre
piadosa, se veía obligada a veces a ceder en algún
punto de la disciplina eclesiástica para impedir
males mayores. El Gobierno había puesto ciertas
limitaciones para la aceptación de novicios en las
casas religiosas, de cara al reclutamiento
militar.
((**It2.120**)) Pero no
es justo ofrecer a Dios las primicias de sus
criaturas para su servicio? No le toca a El la
elección de las vocaciones? Por esto no anuló el
Papa San Gregorio, como contrario a la ley de
Dios, el decreto del emperador Mauricio, que
prohibía a los militares entregarse a la vida
monástica?
Es verdad que la mencionada limitación parecía,
a primera vista, poco dañosa para las vocaciones
religiosas; pero es que con ella abrían las
autoridades civiles un nuevo camino para
introducirse en los asuntos eclesiásticos.
Sucedió así, con el consentimiento de la
Iglesia, que el Gobierno estableció que los
Superiores de las Ordenes religiosas requirieran
el consentimiento del Obispo de la diócesis, donde
radicaba el convento, para aceptar novicios que
aún no habían entrado en la caja de reclutamiento;
que excluyeran a los jóvenes dentro de sus veinte
años; y que los obispos dieran nota cada año a los
ministros de guerra y de marina de los que habían
sido admitidos al noviciado. Se prohibió también a
los superiores alejar del Estado a los novicios,
antes del reclutamiento; y se les ordenó comunicar
a los obispos los nombres de los que ya no seguían
viviendo en el claustro; finalmente todo novicio,
para quedar exento del servicio militar, debía
hacer la petición de entrada en la vida religiosa
antes del sorteo y no salir del Estado sin
presentar la fianza prescrita por el reglamento.
Monseñor Fransoni anunció a los fieles estas
disposiciones en las circulares del 9 de julio y
15 de noviembre de 1842. Pero, como experto
conocedor
(**Es2.100**))
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