((**Es19.97**)
En cuanto a la verdad, es evidente para todos
los que -como diría el Poeta- sono nati alla
scuola delle celesti cose (son nacidos para la
escuela de las cosas celestiales); es evidente
para todos los hijos devotos de la Iglesia que
ella es la maestra infalible de la verdad
revelada; ésta fue dada a la Iglesia para que la
custodiase, la enseñase, la interpretase. Docete
omnes gentes... Ecce ego vobiscum sum usque ad
consummationem saeculi. El Espíritu Santo que
procede de mí, ille vos docebit omnia; y vosotros
enseñad a los hombres servare omnia quaecumque
mandavi vobis. Es decir, que el divino Maestro
entrega a su Iglesia la Revelación, no con
tacañería, sino totalmente, con la promesa de una
asistencia perpetua, que podría decirse casi
doblemente divina: la del divino Redentor, que
habla, y la del divino Paráclito que se nos
promete.
Pero también fuera de la Revelación, aun en el
ámbito de las verdades naturales, es muy necesaria
la seguridad, especialmente en aquellas verdades,
que se refieren a Dios, al alma, al origen, a la
naturaleza, al destino del hombre, a sus
relaciones con sus semejantes, con la creación,
con el Creador. También en este campo la Iglesia
ofrece su seguridad: Docete omnes gentes...
vobiscum sum... docebit vos omnia. Aquí la santa
Iglesia, maestra de la verdad revelada, se
convierte en tutora propicia y segura de la verdad
natural; también en este campo de verdades
naturales lleva su luz, su tuto. Así la Revelación
presta su mano a la pobre inteligencia humana, que
en su fatigoso peregrinar en busca de la verdad,
se había perdido. íQué beneficio, qué providencial
beneficio es éste!
Y en cuanto al bien, íqué de incertidumbre
también en la vida diaria, en la vida vivida!
>>Dónde está el bien? >>Dónde la justicia? >>Dónde
empieza? >>Dónde acaba? Cuántas veces se han
realizado las más crueles injusticias en nombre de
la justicia! íCuántas veces se ha sacrificado el
bien, en nombre del bien! Sólo la Iglesia ha dicho
siempre, a quien lo preguntaba y a quien no lo
preguntaba, enviando sus Pastores, sus ministros,
sólo la Iglesia ha dicho a todos: Hasta aquí,
justo; más allá no es justo; hasta aquí, se puede,
más allá no se puede. Sólo la Iglesia ((**It19.108**)) enseña
a llamar siempre y en toda ocasión a las cosas por
su nombre; la última y suprema intimación que ella
hace al Obispo en el momento de su consagración es
precisamente ésta: Tus labios no deberán llamar
mal al bien, ni bien al mal.
También esta inapreciable seguridad en la
verdad y en el bien, seguridad de la inteligencia
y de la verdad, también esto, más aún,
precisamente esto, es un fruto y fruto
preciosísimo de la Redención.
Por tanto, la finalidad de la última
Congregación general es la de decidir si se puede
proceder con indudable seguridad a la
beatificación, y he aquí de qué modo se procedió
en ella para don Bosco. El Procurador Melandri
presentó una súplica al Padre Santo, a fin de que,
después de haber reconocido el feliz resultado de
tantas investigaciones, se dignase terminar la
obra decretando que se podía pasar con seguridad a
la solemne beatificación del Siervo de Dios. Esta
súplica, con el texto de los decretos que
aprobaban el heroísmo de las virtudes y la
realidad de los dos milagros y el parecer razonado
de monseñor Salotti, Promotor General de la Fe,
reunidos un solo fascículo impreso, formaron la
<> para la Congregación del Tuto. Había
en él(**Es19.97**))
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