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Auxiliadora y de Cooperadores Salesianos -legión
admirable que él mismo solía llamar su longa
manus, verdaderamente, lo que Nos oímos de sus
propios labios: <>-, se ve realizado en diversos
sentidos, pudiéndose decir muy bien que sus brazos
y sus manos se han alargado inmensamente hasta
abrazar al mundo entero, sembrándolo de obras e
instituciones verdaderamente admirables.
Cuando pensamos en los centenares y centenares
-citamos datos recogidos hace ya veinte años:
>>qué no habrá sucedido durante los últimos
veinte, en los cuales todo ha ido aumentando con
un crecimiento que se diría formidable si no fuera
tan glorioso y consolador?-, cuando pensamos en
los centenares de iglesias y capillas que ya hace
veinte años eran trescientas, como eran centenares
de millares los alumnos y ciertamente pasaban del
millón los exalumnos educados en las distintas
casas de don Bosco -desde aquéllas en las que se
imparte la más elevada instrucción hasta las
escuelas profesionales de artes y oficios-, no
podemos por menos de quedar atónitos y
maravillados como ante la continuación de uno de
los más extraordinarios milagros. Y desde veinte
años a esta parte, es decir, desde la época a la
que se refieren nuestros recuerdos hasta el
presente, >>a qué número no habrán llegado juntos
los Hijos de don Bosco, las Hijas de María
Auxiliadora, los Cooperadores Salesianos? Ya
entonces eran centenares ((**It19.102**)) de
millares: >>cuántos serán ahora? Creemos
sinceramente, que ésta es una de las más hermosas,
de las más poéticas estadísticas y la más
armoniosa poesía de los números que pueda
imaginarse.
Y -por no dejar de recordar una de las más
admirables dotes de don Bosco- cuando se considera
que se trata de un hombre que parecía que tuviese
tantas cosas que hacer, sin tiempo material para
dedicarse al estudio propiamente dicho, con tantas
obras entre manos como debía atender y dirigir
personalmente, uno no puede por menos de
preguntarse: ->>Cómo se las arregló para escribir
tantas obras y cómo salieron de su pluma tantos
libros? Porque, al menos, son setenta los libros y
opúscu- los de educación popular escritos por él
y publicados, y algunos con extraordinario éxito.
Su Historia de Italia ha alcanzado de treinta a
cuarenta ediciones; su Historia Sagrada había
llegado, ya hace veinte años, a las setenta o
setenta y siete; sus libros de oraciones El Joven
Instruido y la Joven Cristiana habían quizá
llegado a las seiscientas ediciones, y las
populares Lecturas Católicas que, veinte años
atrás, habían obtenido una tirada de diez millones
de ejemplares y el Boletín Salesiano que se
publica en muchas lenguas y que, según una
estadística de años atrás, tiraba ya trescientos
mil ejemplares mensuales -íhoy, muchos más!- son
cosas verdaderamente maravillosas y, puede decirse
muy bien, milagrosas.
A decir verdad, uno se pregunta maravillado:
->>Cómo ha podido realizarse todo esto? Y es
forzoso reconocer que todo se ha debido a una
intervención especial de la Gracia de Dios
omnipotente: manus Dei fecit haec omnia! Pero
>>dónde pudo hallar este Siervo de Dios la fuerza
para llevar a cabo tantas obras? Es un secreto,
que él mismo reveló continuamente, quizás sin
darse cuenta de ello; y está encerrado en aquella
frase, que tantas veces dijo y escribió él mismo y
que fue como el lema de toda su vida: Da mihi
animas, cetera tolle: Señor, dadme almas y llevaos
todo lo demás. Ese es el secreto de su corazón, su
fuerza, el ardor de su caridad: el amor de las
almas y especialmente las almas de los jóvenes, de
los más necesitados, que eran sus preferidos, los
que él comenzó a favorecer y sigue favoreciendo.
Da mihi animas! Sí, don Bosco amaba las almas
porque amaba a Nuestro Señor Jesucristo y porque
las consideraba a través del pensamiento, del
Corazón, de la Sangre del Redentor; por eso no
había para él nada imposible, ni tesoro que fuese
demasiado precioso para contribuir a la(**Es19.92**))
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