((**Es19.91**)
una de sus más impresionantes características: una
calma absoluta, un dominio del tiempo, que le
permitía atender a todos los que acudían a él, con
tanta tranquilidad como si no tuviese otra cosa
que hacer. Esta fue una de las perfecciones, y no
la menor, que pudimos admirar en él, a las que ni
siquiera falta el don profético, que, a pesar de
ello -añadió sonriendo Su Santidad- no llegó al
punto de íprever lo que hoy ha sucedido! >>Quién
habría dicho entonces que, después de tantos años,
a continuación de un suceso tan grandioso, como el
que hace poco hemos recordado con tanta alegría,
habríamos tenido esta otra reunión tan solemne,
El, don Bosco, resplandeciente por la luz de los
milagros, y Nos, en el momento de proclamar
solemnemente y con la autoridad de los decretos de
la Iglesia, estos mismos milagros, cuya luz
resplandece ahora sobre su tumba preparando el
sumo honor de los altares?
Y estos milagros, cuya proclamación habéis
escuchado, estos milagros evidentísimos para
cuantos los conocemos ->>y quién no los conoce en
el mundo entero?- no son más que una muestra de
los que, con todo respeto, brillan en la figura de
don Bosco. Son innumerables en realidad los
milagros que, tanto durante su vida como después
de su muerte, con la maravillosa continuación de
su obra, ha querido Dios Nuestro Señor obrar por
intercesión de su fiel Siervo. Y éstos, que han
sido elegidos entre muchos, para ser sometidos a
un examen más concienzudo, con procedimientos
jurídicos más rigurosos, no son, como decíamos,
más que una representación, que necesariamente se
debía hacer constar en forma jurídica. Son
evidentes y muy hermosos, pero hay muchos más y no
menos hermosos y espléndidos, y sobresalen, entre
ellos, muchos por su divina elegancia: ítan grande
es la magnífica evidencia de las cosas y de los
sucesos!
Pero hay, además, en el Venerable Juan Bosco
muchas otras cosas admirables: y los que hemos
leído algunas en las muchas Vidas del Siervo de
Dios (las hay sin número y publicadas en varias
lenguas) y los que todavía las leerán en lo
sucesivo, se darán perfecta cuenta de lo mucho que
en ellas abunda el milagro y hasta qué punto sea
verdad -como muy oportunamente se ha recordado-
que, en la vida de don Bosco, ((**It19.101**)) lo
sobrenatural se convirtió en natural, lo
extraordinario en casi ordinario. Mis queridos
hijos, estos dones y hechos tan extraordinarios
eran en él, como estrellas centelleantes en un
cielo, de por sí espléndido y sereno, que se
añadían para destacar cada vez más la
magnificencia de una vida que era por sí misma
todo un milagro, milagro de acción, milagro de
obras.
En la bula de Canonización de Santo Tomás de
Aquino se dijo -con frase felicísima- que, en el
caso de que no hubiera habido ningún otro milagro,
bastaba la Summa Theologica, cada uno de cuyos
artículos constituía un verdadero milagro. Y
también Nos podemos decir muy bien que cada año de
la vida de don Bosco, cada una de las empresas de
su vida mortal y cada momento de su vida póstuma,
de la supervivencia de sus obras, en sus hijos los
Salesianos y en sus hijas, las Hijas de María
Auxiliadora, constituyen cada uno un milagro, una
ininterrumpida serie de milagros.
Cuando se piensa en la soledad campestre de I
Becchi, donde el pobre chiquillo apacentaba el
ganado paterno, en los primeros y humildes
principios del Hospitalillo de Santa Filomena y en
los días siguientes, ya reveladores y
significativos (para quien sabía comprenderlos) de
Valdocco; cuando se considera a este pobre y
humilde sacerdote que principia sin nada las más
grandes empresas, como el Santuario de María
Auxiliadora, que lo empezó con cuarenta céntimos
en el bolsillo, y damos después una mirada en
torno a nosotros, y nos encontramos frente a este
florecer constante de obras, frente a esta triple
familia de Salesianos propiamente dichos, de Hijas
de María(**Es19.91**))
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