((**Es19.87**)edad,
dotado de muchas y excelentes dotes, y empezó y
realizó tantas y tales obras, especialmente en
favor de la juventud, que no habrían podido
subsistir sin abundancia de medios y autoridad.
Denodadamente trabajó para superar toda suerte de
obstáculos, vencer contrariedades, ganarse por
medio de la dulzura el alma y el corazón de los
enemigos, demostrando de este modo que era un
hombre de altos sentimientos y que no se movía ni
actuaba más que por el ardoroso deseo de la
salvación de las almas. Así se dio buena maña para
formar su incipiente Pía Sociedad, trabajó con
éxito en su desarrollo y propagación no sólo en
muchas partes de Europa, sino que la llevó hasta
las lejanas regiones de América. Y ahora sus
hijos, yendo todavía más lejos, hasta las playas
del Extremo Oriente, desarrollan ampliamente obras
de evangelización con constancia apostólica y
digna de alabanza.
Al Venerable Siervo de Dios le gustaba emplear
generosa caridad, aun en sus mayores estrecheces,
y no despedía a ningún indigente sin haberlo
socorrido.
A menudo, cuando se lo pedían, revelaba hasta
los secretos de las conciencias, predecía el
futuro y disfrutaba devolviendo la paz a las almas
angustiadas. Curaba también las enfermedades
corporales y era su delicia hacer continuamente el
bien a todos. Llevado por este santísimo deseo,
fundó además un Instituto de sagradas Vírgenes,
que tituló Hijas de María Auxiliadora, ya muy
extendido y que da a la Iglesia nobles frutos de
salvación.
Pasó, amado por Dios y por los hombres, siempre
con el ardiente deseo de hacer el bien y dejando
un dulcísimo recuerdo de su persona en todos los
ambientes. Inmediatamente después de su muerte,
empezó a correr la fama de sus prodigios,
especialmente curaciones, entre las cuales los
diligentísimos demandantes de la causa eligieron
dos, y, después de hacer el proceso apostólico,
los presentaron a la Sagrada Congregación de Ritos
para que pronunciase su juicio sobre la verdad de
tales milagros.
La primera curación es la de sor Provina Negro,
la cual, víctima de úlcera circular en el
estómago, era atormentada por atroces dolores.
Conocida la naturaleza maligna de la enfermedad,
que difícilmente hubiera curado ni con un largo
espacio de tiempo, la enferma pensó en probar la
ayuda divina, y después de haber invocado la
intercesión del Venerable Juan Bosco y haberse
tragado con suma dificultad una reliquia, se
encontró inmediatamente libre y perfectamente
curada. ((**It19.96**)) Su
curación fue tenida por todos y singularmente por
los médicos como prodigiosa.
La segunda curación se refiere a Teresa
Callegari, atormentada por varias enfermedades
internas, rebeldes a toda cura, que la habían
llevado a un estado de consunción y ya los médicos
la habían desahuciado. No atinaban los ilustres
doctores, porque la gravísima enfermedad que la
atormentaba era verdaderamente orgánica, con
varias lesiones anatómicas, como evidentemente
demostraron y depusieron bajo juramento tres
peritos, llamados al efecto por la Sagrada
Congregación de Ritos. En aquella situación dicha
Teresa Callegari invocó la intercesión del
Venerable Juan Bosco y quedó curada
instantáneamente de todas sus graves enfermedades,
asegurando y proclamando ella misma inmediatamente
el prodigio.
Instituido el Proceso Apostólico sobre las dos
curaciones, tenida la cuidadosísima discusión y
declarada que fue su legitimidad, se celebró el
día 24 de enero de 1928 la Congregación
Antepreparatoria con el Reverendísimo Cardenal
Vico de feliz memoria, Relator de la Causa, y el
11 de diciembre del mismo año se reunió la
Congregación Preparatoria en el Palacio Vaticano.
Después, el cinco del corriente marzo, se celebró
la Congregación General, en presencia de Nuestro
Santísimo Señor el Papa Pío XI y, propuesta por el
Reverendísimo Cardenal Alejandro Verde, Relator de
la(**Es19.87**))
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