Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es19.67**) para ilustrar la vida y las obras del Siervo de Dios, para demostrar todas y cada una de las virtudes teologales, cardinales y anejas, ejercitadas en grado heroico, y la legitimidad y firmeza de la fama de santidad fundada en el heroísmo de las virtudes y aumentada por las gracias y milagros obtenidos por intercesión del Siervo de Dios. El Abogado antepone a todo este trabajo la información general y particular sobre las pruebas jurídicas y sobre todas las virtudes. En segundo lugar, el Promotor General de la Fe presenta sus objeciones contra la legitimidad de las pruebas y contra las virtudes. Finalmente el Abogado responde a estas objeciones, deshaciendo toda dificultad, de modo que desaparezca cualquier duda. Mientras hervían estos estudios, ocupaba la cátedra de san Pedro, desde el mes de febrero de 1922, el Pontífice a quien la Providencia reservaba la alegría de elevar a don Bosco al honor de los altares. Decimos la alegría, porque Pío XI, que había conocido y comprendido al Siervo de Dios 1, cuando él no era más que un sacerdote joven, mantenía la más alta estima de sus virtudes, admiraba mucho sus obras y, como lo revelaron después los hechos, anhelaba en su corazón poder ceñir su frente con el nimbo de los Beatos y la aureola de los Santos. Ya había dejado ver en qué concepto lo tenía el 25 de junio de 1922. Recibió aquel día a los Superiores y alumnos del internado salesiano el Sagrado Corazón que habían acudido a rendirle homenaje, y les dirigió el siguiente y paternal discurso: ((**It19.71**)) Nos somos, queridos entre los más queridos hijos en Jesucristo, queridos particularmente como los quería Nuestro divino modelo, queridos como semillas del futuro y esperanzas del porvenir -somos de los más antiguos- y digo antiguo por mí, no por vosotros, que ni siquiera sois conscientes de la antigüedad -Nos somos con profunda satisfacción uno de los más antiguos amigos personales del Venerable don Bosco. Hemos visto a este vuestro glorioso Padre y Bienhechor, lo hemos visto con nuestros ojos. Hemos estado junto a él, de corazón a corazón. Hubo entre nosotros un largo e interesante intercambio de ideas, de pensamientos y de consideraciones. Hemos visto a este gran defensor de la educación cristiana, le hemos observado en el modesto puesto en que él se colocaba entre los suyos y que era, sin embargo, un puesto de mando, vasto como el mundo, y tan benéfico como amplio. Somos, por eso, entusiastas admiradores de la obra de don Bosco y nos consideramos felices por haberle conocido y haber podido colaborar, por la gracia de Dios, con nuestro modestísimo concurso a su obra. Hemos visto esta su obra en Italia, en Galizia (Austria), en Polonia, de los Cárpatos al Báltico y hemos visto a los hijos de aquel Grande consagrados todos ellos a su obra tan santa, tan grande, tan beneficiosa. Por esto nos encontramos con particular satisfacción con vosotros otra vez, después 1 Véase volumen XVI, págs. 271-7.(**Es19.67**))
<Anterior: 19. 66><Siguiente: 19. 68>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com