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y naturales e incitaba a la imitación de sus
ejemplos. Hasta pareció que el Cielo se sumara a
ratificar el hecho.
Sor Juana Lenci, Hija de María Auxiliadora,
guardaba cama hacía dos años, con un tumor en la
matriz. Los médicos no daban esperanza alguna de
curación. Con plena confianza en la intercesión
del Siervo de Dios, empezó una novena en su honor,
que terminó precisamente el 23 de julio de 1907,
día en el que se trataba de la introducción de la
Causa en la Congregación de Ritos. Pues bien,
aquella misma mañana, no pudiendo aguantar más los
dolores del mal, se puso una reliquia de don Bosco
sobre el pecho. Se adormiló un rato y, al abrir de
nuevo los ojos, vio a la vera del lecho al Siervo
de Dios, el cual le indicó que se levantara y
desapareció. Se levantó en efecto perfectamente
curada. Aquel mismo día fue al santuario de María
Auxiliadora y al día siguiente acudió en
peregrinación a Valsálice. Mientras escribimos
estas líneas, forma ella parte de la comunidad
religiosa de Foglizzo.
El entusiasmo que suscitó el decreto se
transformó en múltiples y fervorosas
demostraciones, especialmente en aquellos lugares
donde había obras salesianas. No se recuerda que
haya habido en el mundo tanta alegría por ningún
otro Venerable, que se hayan hecho tantas fiestas,
que se hayan rendido tan solemnes gracias.
((**It19.62**)) En el
Oratorio de Valdocco se eligió para celebrarlo el
día 30 de enero de 1908, vigilia del vigésimo
aniversario de la muerte. Participó en la
celebración la ciudad de Turín con sus mejores
representantes. Habló, con el beneplácito de la
Santa Sede, el cardenal Maffi, arzobispo de Pisa,
interpretando con alta elocuencia los sentimientos
de la ciudad que se gloriaba y se gloría de su
hijo don Bosco. Y partiendo del lema escritural Ut
palma florebit, hizo ver lo mucho que se asemejaba
el florecimiento de don Bosco al de una palmera,
lo mismo en la vida que en las obras. Una cosa
juzgó necesario hacer notar para sí y para los
demás. Embelesados ante el rápido progreso de
estas obras, son muchos, demasiados los que se
detienen ante el encanto exterior de las mismas y
no saben penetrar lo bastante en su íntima
vitalidad. <(**Es19.60**))
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