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comportamiento de sus muchachos, y de su
aprovechamiento. Después, para atender mejor a su
aprendizaje y a su piedad, abrió, en 1865,
talleres en el mismo Oratorio. A los que se
distinguían por su mayor talento y virtud, si los
juzgaba idóneos, los preparaba para el estudio de
las letras y las ciencias. El fue su maestro,
hasta que encontró colaboradores entre los
profesores eclesiásticos y doctores, cuando el
Seminario diocesano fue cerrado y el Arzobispo
Fransoni fue exiliado de Turín. La historia del
Oratorio hasta el año 1870, contó con muchos
sacerdotes salidos del mismo, que, encargados de
los oficios sagrados, fueron muy útiles para la
archidiócesis turinesa y otras diócesis de la
región piamontesa.
En la educación de los jóvenes, Juan Bosco,
siguiendo siempre la divina sentencia Initium
sapientiae, timor Domini, siguió el método del
cuidado, asistencia y caridad preventiva; y
procuró, al mismo tiempo, que, sin dejar de estar
siempre ocupados, los muchachos se entretuvieran
con juegos adaptados y honestos; y para ello
introdujo en las escuelas populares la gimnasia y
la música.
Y para que la obra empezada en favor de la
juventud no desapareciese, con el andar del
tiempo, sino que permaneciese estable, el Siervo
de Dios, aconsejado por varones prudentes y por el
mismo Ven. Cafasso, y con la ayuda de viva voz del
Romano Pontífice Pío IX, fundó en Turín en 1859 la
Sociedad Salesiana y, por designación de todos los
Capitulares, llevó su dirección con el título de
Rector Mayor. La Sociedad, desarrollada y
propagada cada día más, fue alabada y encomendada
por la Sede Apostólica el año 1864, y aprobada y
confirmada con decreto del 1.° de marzo en 1869.
((**It19.57**)) Entre
tanto, el piadoso sacerdote Domingo Pestarino
había formado en su pueblo de Mornese, diócesis de
Acqui, una asociación de muchachas, llamada de
Hijas de María -a la que posteriormente se añadió
el título de Auxiliadora-; acudió Juan, a su
ruego, y las acogió a título de adopción filial y,
cuando en 1872 murió el fundador, puso al frente
de la misma a uno de sus hermanos salesianos. De
este modo la familia religiosa de las Hijas de
María Auxiliadora fue tenida como una segunda
orden del Instituto Salesiano, al que se añadió
poco después, como tercera orden, la Pía Unión de
Cooperadores de uno y otro sexo, aprobada el 9 de
mayo de 1876 por la Santa Sede Apostólica y
enriquecida con privilegios e indulgencias.
Siguieron el Boletín Salesiano y las Lecturas
Católicas, históricas, literarias y populares,
también para las escuelas, con el fin de promover
y aumentar, junto con la sana doctrina, la unión y
la caridad entre todos los hermanos y apartar las
asechanzas y los errores de los malvados y de los
herejes.
Finalmente hay que recordar las Misiones
propagadas y florecientes en las regiones de
Europa y América; la Obra, vulgarmente llamada
Hijos de María, destinada al cultivo de las
vocaciones eclesiásticas de los adultos, con sus
más de cincuenta casas; muchas iglesias preciosas,
levantadas en diversas regiones, entre las que
sobresalen la de María Auxiliadora en Turín y el
templo parroquial romano en el Castro Pretorio,
edificado a petición de León XIII, y dedicado,
junto con un amplio internado, dotado de diversas
enseñanzas literarias y profesionales, al Sagrado
Corazón de Jesús.
No le faltaron al Siervo de Dios angustias y
contradicciones que, con la ayuda de Dios, superó
con ánimo obediente y singular paciencia y
fortaleza: pero, deshecho con tales aflicciones y
las asiduas fatigas, el día 20 de diciembre de
1887 cayó enfermó del mal que duró casi cuarenta
días y fue agravándose gradualmente. Confortado
por los Sacramentos de la Iglesia, daba saludables
consejos a cuantos iban a visitarlo y rogaba a sus
íntimos, los reverendos Rúa y Cagliero, que
comunicaran a los Salesianos sus últimas
exhortaciones. Recomendó encarecidamente a sí
mismo moribundo(**Es19.56**))
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