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((**Es19.39**) Mientras tanto, casi no pasaba un día sin que llegaran a Turín relaciones de gracias y de curaciones extraordinarias, obtenidas por los devotos mediante oraciones hechas a don Bosco o al contacto de objetos que le hubieran pertenecido. Era además sorprendente el plebiscito mundial proclamando la santidad del Siervo de Dios, y eran muchas las insistencias de personajes muy importantes, pidiendo que no se tardase en emprender la causa de su beatificación. Ante un complejo tan grande de circunstancias creyóse don Miguel Rúa en el deber de actuar. Las Causas de beatificación tienen dos fases distintas, que se resuelven en dos tiempos sucesivos. La primera parte incumbe a la diócesis, donde el Siervo de Dios ha desarrollado el curso de su vida, y es la preparación a la segunda, que tiene lugar en Roma ante la Sagrada Congregación de Ritos. En el primer ((**It19.35**)) período de la primera fase tiene lugar el proceso que se llama ordinario, diocesano o informativo; en un segundo período se celebra un nuevo proceso, llamado apostólico. La diferencia sustancial entre los dos procesos está en que uno se abre y desarrolla por mandato y autoridad del Ordinario diocesano, y el otro por delegación de la Santa Sede. Ahora bien, como el Obispo es el juez ordinario en su diócesis, a él hay que presentar la instancia de introducción de la Causa, y él juzga, ante todo, si la Causa que se pretende tiene o no tiene buena base. De acuerdo con las normas dirigidas a los Ordinarios, el 12 de marzo de 1631, por la Sagrada Congregación de Ritos, por orden de Urbano VIII, el juicio favorable del Obispo depende principalmente de la condición de que el Siervo de Dios aparezca circundado de fama de santidad, sobre todo si está confirmada por milagros. Por consiguiente el primer paso a dar consistía en presentar al Arzobispo de Turín una petición, a fin de que se dignase ordenar el comienzo del proceso diocesano. Esta petición, según el Derecho Canónico, puede partir de un fiel, de un instituto religioso, de un cabildo, diócesis o comunidad. Aun cuando el Arzobispo estuviera facultado para decidir independientemente de otros, sin embargo creyó don Miguel Rúa que facilitaría el camino asegurándose ante todo el apoyo de los Ordinarios diocesanos de Piamonte y Liguria, que eran los que tenían conocimiento más directo de don Bosco. En consecuencia les envió una carta circular el 16 de julio de 1889, rogándoles le manifestaran a él o al Arzobispo su propio informe. Incluía en la carta una copia de la instancia que pensaba presentar al cardenal Alimonda, apenas llegara el momento oportuno. Se declaraba dispuesto a insertar en la súplica las modificaciones o añadiduras que Sus Excelencias(**Es19.39**))
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