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Las Misas de los maestros Antolisei y
Pagella
I
...El Maestro Antolisei se presenta, por el
modo que emplea para construir la polifonía vocal,
como un fiel seguidor de la escuela romana
perteneciente al período postpalestriniano y que
viene a parar al imaginativo Octavio Pitoni. En
consecuencia habría que decir que el maestro
Antolisei pertenece al grupo de los continuadores
de la escuela de la polifonía homófona: la que
emplea la forma de amplias líneas eurítmicas, que
recorre con rayos de color, y que soberbiamente se
encuadra en el ambiente de las Basílicas romanas
de los siglos XVI y XVII.
Estudiémoslo siguiendo su hermoso trabajo.
El primer tema del Kyrie, bien inventado y que
se oye con gusto en sus inversiones, expuesto
desde el primer bajo, se presenta breve, pero
incisivo e insinuante. Se le encuentra a menudo
vuelto del revés, invertido y superpuesto también
en otras voces, ya sea en el tercer Kyrie, ya sea
en el Miserere nobis del Qui tollis y en el del
Agnus Dei. El Christe, de ritmo ternario,
contrasta eficazmente con el primero y el tercer
Kyrie, sobre todo porque la propuesta de los
sopranos y contraltos es continuada después por
las voces viriles en una tercera más alta, para
volver de nuevo, con acertado sentido de variedad,
a las voces agudas.
Parece notable el hecho de que el Kyrie empieza
con la tónica para acabar con la dominante,
mientras el Gloria empieza por la dominante para
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con la tónica. Lo cual imprime realmente un
sentido de unidad arquitectónica y tonal muy
interesante y genial a las dos composiciones. En
el Gloria se presenta vigoroso y bien trazado, a
la manera de los más expertos polifonistas, el
Glorificamus Te; y al fin del Qui tollis, como ya
se ha dicho, vuelve muy bien el Miserere nobis con
el tema del Kyrie en los primeros bajos, mientras
el Tu solus Altissimus, con la subida de las voces
por procedentes acordes sincopados, se lanza
vigoroso a las alturas con clara y luminosa
sencillez a un mismo tiempo. También el Cum Sancto
Spiritu resulta original, bello y eficaz en sus
progresiones ascendentes y descendentes en las que
las voces magníficamente dispuestas, se matizan
con una sonoridad intensamente expresiva. Con el
Amen final forma un trozo de treinta compases que
se desenvuelven dentro de la más lógica
arquitectura lineal, casi clásica; lo cual honra
grandemente al maestro Antolisei.
En el Credo, composición siempre ardua y
difícil hasta para los mayores maestros, vemos que
el autor de esta Misa emplea frecuentemente el
estilo homófono en coros acompasados que se
responden alternativamente entre sopranos y
contraltos, entre tenores y bajos. Por este
procedimiento pone a menudo en contraste los tonos
claros de las voces agudas con los más oscuros de
las voces viriles, fundiéndolos juntos a veces,
iluminados por rayos de luces vivaces y
fascinantes.
Desde el principio se observa que las voces se
mueven y alternan expeditamente siguiendo la áurea
regla enseñada por los maestros clásicos de la
polifonía, para los cuales todo tema debe
corresponder a un determinado párrafo del texto
musicado. El Et incarnatus en voz baja, devoto,
con alusión al recuerdo del divino misterio,
encierra unas sucesiones de acordes de armonía que
se acercan a un bien entendido estilo moderno y
que se oyen con gusto por su significación y
expresión. A continuación se presenta vibrante el
grito impetuoso del Crucifixus que el maestro
Antolisei ha sentido
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