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Don Bosco retorna
El himno está empapado por una idea
predominante, que casi constituye su alma: íla
idea del retorno! Por eso canta el estribillo:
Don Bosco retorna
cual padre y pastor:
tus jóvenes cantan
vibrantes de amor.
El día 31 de enero de 1888, día de su muerte,
don Bosco no se había ido: sólo se había alejado
de Valdocco, su primera y principal casa; ahora,
después de sólo cuarenta y un años, vuelve a ella
aclamado a voces por millares y millares de
jóvenes, que acompañan sus venerados restos. Y le
cantan con voces de júbilo por la aureola
taumaturga y santa que circunda su cabeza, y le
cantan con voces de amor, por un sentido de
gratitud y de afecto filial que les liga con sus
hijos, con su Obra.
Mientras van bajando las turbas juveniles desde
las colinas de Valsálice hacia el puente y la
avenida real y espaciosa -vía sacra y triunfal,
verdaderamente digna de tan gran apoteosis- el
ánimo conmovido corre con el pensamiento hasta
aquel 3 de noviembre de 1846 cuando don Bosco con
un paquete que contenía unos cuadernos, un misal y
el breviario, junto con Mamá Margarita, que
llevaba una cesta con ropa, llegaba cansado y
polvoriento desde Castelnuovo de Asti, y bajaba a
pie desde las colinas para ir a fijar su morada en
el cobertizo de Valdocco.
El himno empieza con esta conmovedora visión,
con la que contrastaba el inmenso cortejo del
nueve de junio:
Del <> un lejano
día,
solo llegaste a este prado,
de tu madre en compañía,
por tus sueños imantado.
((**It19.416**))
Hoy un mar de corazones
te acompaña a tu morada:
vuelves entre aclamaciones
hacia tu casa soñada.
La morada de don Bosco sigue hoy en Valdocco,
como en noviembre de 1846. Pero también íqué
contraste! Entonces no había más que una casita y,
salvo la turba de muchachos los domingos, reinaba
la soledad y el silencio durante la semana; hoy,
en cambio, todo el conjunto es como un pueblo, con
el aspecto y las proporciones de una ciudad, y,
dentro de los vastos recintos del Oratorio, hay
una doble turba juvenil, que alterna las
ocupaciones de los brazos y de la mente con la
alegría de las diversiones y la armonía de los
cantos.
Mas Valdocco era un
desierto
sin vida y sin alegría:
aquel deseado puerto
pobre un techo te ofrecía.
(**Es19.341**))
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