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y Chile se ilusionaron todavía, durante un mes,
con la creencia de que seguía mejorando, como
habían leído a fines de enero en una carta salida
de Turín en la primera mitad del mes. Es verdad
que algunos Obispos y distinguidos personajes, de
acuerdo con los periódicos, dieron el pésame
enseguida a los Superiores de los distintos
lugares; pero los Hermanos que, por las razones
expuestas en el volumen anterior, no habían
recibido ninguna comunicación oficial, vivían
tranquilos, persuadidos de que el anuncio de la
prensa local no hacía más que repetir una patraña
divulgada ya otras veces con anterioridad.
Finalmente, a primeros de marzo, llegáronles
cartas de Turín con la dolorosa certeza de la gran
desgracia.
En Brasil, por el contrario, como encontrara el
Arzobispo de Río de Janeiro la misma incredulidad
en los Salesianos de su diócesis, provocó un
telegrama de monseñor Cagliero el ocho de febrero,
por el cual supieron la verdad 1. Sin embargo,
después de las primeras noticias, ((**It19.29**)) ya
había escrito a Niterói una carta que era, a la
vez, de pésame y de parabién. El ya contemplaba a
don Bosco entre los habitantes celestiales 2.
Pero no se limitó solamente a esto. Sabemos que
su corazón estaba inflamado de afecto hacia don
Bosco. En su día fue a los Salesianos para
presidir la misa de réquiem y pronunciar la
oración fúnebre. Duró ésta dos horas y cuarto. Con
la facundia que le era natural, llegó en algunos
momentos, impulsado por el amor y el dolor, a las
alturas de la elocuencia, hasta llorar varias
veces y hacer llorar. El auditorio, como prendido
por irresistible encanto, estuvo allí sin moverse,
oyéndole del principio al fin sin la menor muestra
de cansancio y hastío. Con el tema de omnibus
omnia factus, hizo ver cómo don Bosco había sabido
responder a todas las nuevas exigencias y
necesidades de su siglo.
En la capital de Uruguay quiso el obispo
Yeregui que no se ahorrase nada para que don Bosco
fuese dignamente conmemorado en su catedral. Tenía
él un alto concepto del Siervo de Dios, como lo
manifiesta en su carta a don Miguel Rúa, escrita
cuando allí corría como cierta la noticia de la
muerte 3.
El Arzobispo de Buenos Aires, que nunca había
olvidado los días pasados con don Bosco en Italia,
no podía resignarse a llorar su muerte, pues él
también le consideraba coronado ya de gloria en el
cielo,
1 Mons. Lacerda a Mons. Cagliero: Notizie
Bosco. Vescovo. Respuesta: Bosco morto. Cagliero.
2 Apénd., Doc. 3.
3 Apénd., Doc. 4. El texto original aparece en
el Boletín español, mayo de 1888.(**Es19.34**))
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