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y hablamos, yo de mi Aguinaldo y él de su Ensayo
sobre las doctrinas como más arriba. En cuanto a
Mons. Gastaldi me decía que andaba, me parece,
desenmascarado, que se requería la prensa, ya que
no había otro camino para tenerlo a raya. Y el
pobre Mons. Gastaldi se apoyaba en seglares y
tenía además un pariente que era Ministro de la
Guerra, el general MacŠ de La Roche.
Al decir yo a Ballerini que, como había oído,
el Papa pensaba remover a Mons. Gastaldi, pero que
se temía se decidiese a hacer algo desagradable, y
armase escándalos, el mismo Ballerini añadió: -Mas
ya lo ha hecho, lo ha hecho. -No quiero engañarme,
pero creo que desde entonces me habló de buscar la
forma para hacer imprimir su trabajo yo mismo en
Turín, o sea el Piccolo Saggio, etc. y que yo
aceptase complacerle. Quedaba entendido que en
todo caso él enviaría a Turín su manuscrito, y que
en Turín se pensaría en lo relativo a la imprenta,
puesto que tampoco él quería darse a conocer. Me
decía además, me parece recordarlo, que a Gastaldi
había que zurrarle con la prensa, y que no había
ningún otro medio. Todo esto me animó a imprimir
mi Aguinaldo, y todo lo que diré. Más aún, entre
esto y cuanto oí decir en Roma a alguno que debía
saber más que Lepe, me fui persuadiendo de que el
zurrarle con la prensa venía de arriba; y se me
hacía creer que en el caso anterior del infeliz
cardenal D'Andrea, el mismo Pío IX había dicho:
Queda zurrado con la prensa -como en efecto fue
más tarde zurrado por ella. En suma, el P.
Ballerini directa o indirectamente, con lo que
hacía y con lo que me dijo, me animó y me
convenció para seguir el camino que he seguido.
Soy yo, pues, quien escribí el Aguinaldo, y con la
firme persuasión de haber hecho una cosa buena. Se
imprimió en Turín, en la Tipografía de G. Bruno y
C.¦, 1878.
Pero yo no tuve ningún trato con el tipógrafo,
ni para el Aguinaldo ni para el resto. Anfossi y
otro amigo nuestro, Luis Fumero, que también había
estado conmigo y Anfossi en casa de don Bosco, que
después había ((**It19.409**)) salido
también del Oratorio y que sigue siendo cajista en
la Tipografía Bona, persona de toda confianza, y
además un tal Brunetti, también exalumno de don
Bosco y en las mismas condiciones de Fumero (pero
Brunetti, ya difunto) se ocupaban de la impresión,
y, en menor escala, trataban con el tipógrafo.
Ellos se ocupaban del contrato y de los gastos; y
con lo que se sacó de la venta de todo lo que se
imprimió (al menos respecto al Aguinaldo) aún
quedó para dar al Ricóvero (Asilo) una cantidad
discreta, después de deducir los gastos.
Lo mismo se hizo para los otros opúsculos, sin
que el tipógrafo pudiese nunca saber quiénes eran
los autores.
Estaba yo ya en Turín en el curso 1878-79
cuando el Padre Ballerini mandó allí mismo el
manuscrito de su <>; y yo escribí
cuanto precede y cuanto sigue a lo que es
propiamente el Pequeño Ensayo, o sea, el Prólogo,
la Introducción, cuatro Apéndices y añadiendo a lo
último El Oratorio de S. Francisco de Sales en
Turín, original de Mons. Gastaldi, cuando no era
más que canónigo, y antes de ir como Misionero a
Inglaterra; y para cerrar escribí también la
Advertencia, con la que termina el fascículo.
Cuando estaba escribiendo lo que antecede (y me
encontraba en el Instituto de los ciegos de Turín,
donde fui primer Rector y maestro durante tres
años y medio y, si lo tuve que dejar, todo me lo
hace creer, y había quien me lo aseguraba, fue por
intrigas de Chiuso, y obra directa del mismo Mons.
Gastaldi; con lo que sufrí bastante, puesto que
quería mucho a aquellos buenos y pobres muchachos,
a los que se perjudicó mucho después, con Rectores
más o menos aseglarados, y alguno hasta libertino;
cumpliéndose en fin el deseo de la francmasonería
que no quería un sacerdote como
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