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((**Es19.331**) tantos estudiantes y aprendices como tenía en su Oratorio, en sus colegios y en las misiones: añadí que le creía incluso incapaz de tratar temas filosóficos como se trataban en uno de los opúsculos; y tuve el valor y la audacia de decirle, dado que había sido condiscípulo mío durante los estudios de moral: -Mira: don Bosco es un coloso tal que os íaplasta a todos! El canónigo Chiuso, sorprendido, me dijo: -Entonces tú sabes quién es el autor. -No, respondí, pero sospecho de alguien -que por delicadeza no osé nombrar. Era el P. Rostagno S. I., con quien conversaba cuando lo encontraba camino de la oficina; y aunque él sabía muy bien quién era yo, sin embargo un día le oí exclamar: -íAh, le arreglaremos a vuestro Arzobispo! El canónigo Chiuso, al ver que yo no soltaba prenda, me envió al canónigo Colomiatti, el cual me repitió la misma invitación o mandato. Le respetí las razones manifestadas al canónigo Chiuso, pero omitiendo mi juicio sobre el coloso. Entonces él, con aire de seguridad, dijo: ->>Y si le condenáramos? -Entonces, repuse, me inclinaré ante la sentencia, debiendo suponer que hayan tenido tantas pruebas, tan claras y seguras, que haya habido que condenarle. -Al llegar a este punto, tomó él en mano toda una voluminosa carpeta (imagino que contendría las deposiciones de los testigos ya interrogados) y mostrándomela, sentenció: ->>Ve usted? íNo haremos el proceso de don Bosco, como lo hemos hecho para Cottolengo! Firmé la demanda ya preparada para proceder contra don Bosco... parcat mihi Deus! íEra la época del autoritarismo y del ultraautoritarismo, por no decir otra cosa! Desde el momento en que me atreví a tomar la defensa de don Bosco, me vi tolerado en la Curia. El Arzobispo, sin aludir a cuanto había pasado, me informó poco después de que estaba vacante la parroquia de Aglié (del patronato de S. A. el Duque de Génova) y me dijo que haría bien si la aceptaba: me instó a ello más tarde con fervor, y respondí que me resultaba doloroso abandonar la diócesis en la que había nacido. Poco tiempo después me ofreció la parroquia de S. Mauricio, en la diócesis de Turín. Me vi obligado aceptarla, pero mientras me preparaba para el examen, el Marqués Doria, que era el patrono, fue al Arzobispo y le presentó al Sacerdote que quería nombrar... ((**It19.403**)) En aquel tiempo los Sacerdotes del Corpus Christi, que sabían mi molesta situación, me aceptaron en su Congregación y, cuatro años más tarde, los Canónigos de la Catedral me llamaron a su lado. Puede que alguno me haga cargo de por qué, siendo Promotor fiscal, no haya citado en el proceso informativo como testigos de oficio, a los canónigos Chiuso y Colomiatti. Esa era mi intención. Y en efecto me presenté al arzobispo David Riccardi y le expuse la cuestión. Pero él, con su rápido talante, me repuso: -El canónigo Chiuso está liquidado (había sido privado del canonicato). >>El canónigo Colomiatti? >>Y qué sabe él de don Bosco? -E hizo un gesto que interpreté como que podía citar a otros. Y cité a tres: al teólogo Bongiovanni, al canónigo Corno y al canónigo Berrone. No cité al canónigo Colomiatti, además, porque la Curia había sido obligada a retirar el proceso intentado contra don Bosco; además, el testigo reverendo Turchi, después de su deposición, presentó al Tribunal un pliego sellado, para que fuera enviado al Cardenal Prefecto de la S. Congregación, y se comprendió que él se declaraba autor de los referidos opúsculos; y con eso quedaba desvanecida la acusación de que fuese don Bosco el autor, acusación de la que se había hecho acérrimo defensor el canónigo Colomiatti. (**Es19.331**))
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