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de aquí saldrá mi gloria se cumple en proporciones
que seguramente el mismo don Bosco no pudo
imaginar.
Hablarán también de este cincuentenario dos
obras, que se quiso comenzaran con él. La primera
en I Becchi. El abogado Pedro Bernardi, que,
viviendo modestamente en ((**It19.382**)) El
Cairo, había guardado todos sus ahorros, deseaba
que a su muerte sirvieran para hacer el bien. Con
esta intención nombró su heredero al Instituto
salesiano de las Misiones. Cuando este generoso
bienhechor pasó a la eternidad, don Pedro
Ricaldone pensó cumplir sus deseos, determinando
levantar un orfanato junto a la humilde casita de
Aquel que, huérfano de padre en ternísima edad y
peregrino después por las alquerías del contorno
en busca de trabajo y de pan, se había ido
formando en la escuela del dolor, de la pobreza y
del sufrimiento para llegar a ser un día en el
mundo el Padre de los huérfanos. Hizo, pues,
preparar rápidamente los planos de un amplio
edificio y el cuarto sucesor de don Bosco dispuso
que se colocara la primera piedra poco después de
las fiestas descritas de Turín. La ceremonia tuvo
lugar el día veintiséis de junio. El Cardenal
Arzobispo bendijo la piedra y echó la primera
paletada de cal. Hubo una circunstancia especial
que solemnizó extraordinariamente el rito
litúrgico. Se acababa de abrir el decimoquinto
Capítulo General de la Sociedad Salesiana e
hicieron corona a Su Eminencia y al Capítulo
Superior los cuarenta y ocho Inspectores con sus
delegados. El orfanato, asociando al nombre del
insigne bienhechor el de su ilustre sobrino
barnabita, se llamaría Instituto Bernardi-Semería.
íUna curiosidad! Había un sueño de don Bosco,
que parecía guardar relación con la obra
emprendida en I Becchi en el cincuentenario. Lo
habíamos publicado en el primer capítulo del
volumen anterior. Don Bosco vio a su madre junto a
la fuente, que mana a la izquierda de quien baja
de I Becchi por el antiguo sendero hacia el camino
de Buttigliera. Mamá Margarita no sabía explicarse
cómo había sucedido que una agua siempre purísima
brotara entonces muy sucia. Profirió entonces el
lamento de Jeremías: Aquam nostram pecunia
bibimus. Y acompañó después a su hijo hasta la
cima de un collado, que se eleva a poca distancia
y desde donde se contempla el vasto panorama, y
allí hablaron del mucho bien que ((**It19.383**)) se
podría hacer en aquellas tierras que se veían.
Entonces se despertó don Bosco. Y, contando
posteriormente el sueño a don Juan Bta. Lemoyne y
a algún otro, observó:
-El lugar a donde me llevó mi madre es muy a
propósito para una obra, porque es como el centro
de muchas aldeas faltas de iglesia.
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