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((**Es19.31**) como discípulo a don Bosco, y a algún otro feligrés suyo, a quien atendía durante las vacaciones otoñales hasta cuando era clérigo. Y fue precisamente en la casa parroquial de Castelnuovo donde yo conocí a don Bosco, hacia 1840, juntamente con don Febbraro 1, párroco de Orbassano, don Allora, fallecido ya, y ((**It19.25**)) otros, con los que posteriormente mantuve relaciones de sincera amistad>>. Y queda así abierto el camino para decir que su amistad con don Bosco no cesó durante el tiempo de aquellas vicisitudes ni tampoco después; mas, si esto fue posible, el mérito se debe a don Bosco, cuya caridad no disminuía ni en las más duras contradicciones; lo hecho, hecho estaba, pero él no volvía a pensar en ello. El mismo Rho terminaba así su carta: <>. En Francia y en España En España, y más todavía en Francia, hubo un gran luto por la muerte de don Bosco; dan fe de ello muchísimas cartas. No faltaron en ambas naciones honras fúnebres, aun allí donde no existían colegios salesianos. El Obispo de Niza exclamó a la muerte de don Bosco: -íQué gran pérdida! íQué dolor para sus hijos y para todos nosotros! En efecto, en Niza se le recordaba muchísimo. Cada año, al llegar el mes de febrero o marzo, acudían cooperadores y amigos preguntando cuándo volvería él por allí; le esperaban con impaciencia y celebraban con júbilo su llegada. Pero, desgraciadamente, ya no volverían a tener <>. Esta conmemoración arrancó las lágrimas de cuantos escucharon la oración fúnebre leída por monseñor Fabre, vicario general, en la capilla del Patronato y en presencia del Obispo. Describió elegantemente 1 Don Febbraro: aparece varias veces en el primer volumen de las M. B., unas con la be doble y otras, simple (N. del T).(**Es19.31**))
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