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CAPITULO XVIII
EN EL CINCUENTENARIO DE LA MUERTE
EN el quincuagésimo aniversario de la muerte de
don Bosco hubo una serie de celebraciones tan
importantes que nos parece conveniente cerrar este
volumen sobre la glorificación del Siervo de Dios,
refiriendo al menos las más memorables.
Concederemos el primer lugar a varias
manifestaciones hechas por aquel que gustó ser
llamado el <>.
Pío XI tenía presente esta fecha desde
principio del año, al escribir un documento
paterno privado. El jesuita piamontés Pedro
Boetto, llamado en diciembre de 1935 a formar
parte del Sacro Colegio, celebraba en el mes de
febrero su quincuagésimo aniversario de vida
religiosa. En la fausta circunstancia recibió el
Purpurado una carta de Pío XI en la que el
Pontífice se complacía en recordar cómo el
principio de su vida religiosa coincidía con el
día en que se desarrollaban las solemnes honras
fúnebres en la capital de su región a San Juan
Bosco, fallecido el día antes. Ahora bien, creyó
el Papa descubrir en aquella ocasión un estímulo
que no había podido dejar de vigorizar en el novel
religioso los magnánimos propósitos jamás venidos
a menos en adelante.
A primeros del mismo mes de febrero, quiso Pío
XI pensar en los hijos de don Bosco en una
circunstancia, que ((**It19.370**)) no le
habría llamado la atención, de no haber sabido
dicho aniversario y el propósito de participar en
él de algún modo. Se acostumbra cada año, en el
día de la Candelaria, como suele llamarse la fecha
de la Purificación de la Santísima Virgen, que
todos los Procuradores Generales de las distintas
familias religiosas se presenten juntos al Papa y
le ofrezcan un cirio. El más bonito de los cirios
ofrecidos en el año 1938 fue el de la Soberana
Orden de Malta. El Santo Padre quiso que fuera
destinado precisamente a la Sociedad Salesiana
<(**Es19.305**))
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